Palabras de Ligia Bonetti Du-Breil,
Presidente de la Asociación de Industrias de la República Dominicana AIRD, en
el Almuerzo Anual Aniversario 2012 “50 años, 5 décadas, una industria”
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Panelistas en el almuerzo de la AIRD: Roberto Bonetti, Franklin Báez Brugal, Elena Viyella de Paliza, Manuel Estrella y Franklin León. |
Nací en el seno de una familia de industriales, que
valora el proceso de construir y transformar un bien para convertirlo en otro. He
admirado el ser parte de ese este grupo
privilegiado de hombres y mujeres que buscan no solo hacer un negocio rentable,
sino que disfrutan el placer de aportar
a nuestro país empleos productivos, se entusiasman cuando pueden colocar un
producto distinto y de altos estándares de calidad en el mercado local o
extranjero, se ufanan de lo duro que es a veces sobrevivir y de que, sin
embargo, lo han logrado…
Ser industrial es una pasión y un compromiso.
Requiere disfrutar lo que hacemos y ser capaces de sostenernos en un sector cargado
de múltiples y fuertes dificultades, haciendo de esto más que un oficio, una
vocación.
Hoy queremos hacer historia y ayudar a construir conciencia colectiva,
pues nos reúne un motivo especial: la Asociación de Industrias de la República
Dominicana celebra sus 50 años de vida y nos honramos en presentar ante ustedes
la obra de la autoría del Lic. Carlos Despradel “50
Años de Desarrollo Industrial”, la cual relata el modo de pensar y de vivir de
los industriales durante las últimas 5 décadas.
Desde un 7 de abril, hace medio siglo, cuando un
grupo de hombres (y una mujer) decidió constituir formalmente esta institución,
hemos estado presente en diversos momentos de nuestra historia, en contextos económicos,
sociales y políticos que, muchas veces, cambiaron de modo gradual, pero otras
de modo tumultuoso, desafiante y lleno
de confrontaciones.
Ese 7 de abril quedó constituida la primera
directiva de la AIRD, formada, entre otros, por Horacio Alvarez Saviñón,
Antonio Najri, Miguel Guerra Sánchez, Renato de Castro, Fernando Viyella y
Gustavo Tavares.
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Ligia Bonetti |
Uno de nuestros fundadores se encuentra hoy con
nosotros, Fernando Viyella. Para él les pido un fuerte aplauso. Y Don Antonio
Najri, que hoy no pudo estar con nosotros, se encuentra representado por
Marcial Najri.
En este medio siglo de existencia nos hemos movido en
torno a una dinámica de cambios de reglas de juego y de esperanza. El
optimismo, la apuesta por un país competitivo, el compromiso por ser parte de
la construcción de mejores condiciones sociales vía el empleo digno, la defensa
de la institucionalidad, la seguridad de que es posible expandir las fronteras
vía las exportaciones y ofrecer al mercado interno productos de calidad… son y
han sido guías del sector y de la Asociación de Industrias de la República
Dominicana (AIRD).
Revisando las páginas del libro que recorre
nuestra trayectoria, vimos los hitos de nuestra historia industrial: desde
nuestros primeros productores agrícolas hasta las industrias más sofisticadas
de nuestros tiempos.
Permítanme pasar
rápidamente por algunos momentos y
aspectos relevantes de estos 50 años.
A la muerte del dictador Rafael Leónidas
Trujillo Molina la industria nacional era débil. El tejido del sector se
enfocó, con apoyo de algunos incentivos estatales, en constituir empresas,
invertir capitales, suplir la demanda interna y empezar a hacer intentos en las
exportaciones, marco en que la Asociación dio sus primeros pasos, luego de
fundada.
La respuesta, como un
puente que se construyó en base a voluntad, fue un conjunto de iniciativas
gubernamentales para impulsar este incipiente desarrollo de la industria,
destacándose la Ley No. 4, o “Ley de Protección e Incentivo Industrial”, emitida
durante el gobierno del Triunvirato en
el año 1963, imperfecta pero un primer esfuerzo válido, que fue sucedida por la
Ley 299, también de “Incentivo y Protección Industrial”, promulgada cinco años
más tarde, el 23 de abril de 1968, siendo este uno de los logros más significativos y en el cual la AIRD tuvo el
papel protagónico, desde el sector privado. Esta Ley tuvo vigencia hasta el año
1983 cuando se promulgó la Ley No. 145 que modificó varios aspectos.
La industria dominicana ha contado además con
diferentes instrumentos de promoción que han ido desapareciendo, desde los
elevados aranceles, hasta las políticas cambiarias y los prestamos FIDE. En
esos años la agroindustria como subsector jugó un peso cada vez más
significativo.
Las reformas arancelarias y los tratados de libre
comercio, empezando por el firmado con Centroamérica, luego con el Caribe, para
continuar con Estados Unidos y la Unión Europea, son también hitos
significativos que hemos vivido como sector y que han redefinido nuestro quehacer
como industrias, obligándonos a adoptar cada vez más una cultura exportadora
bajo la consigna “exportar o perecer”, pese que nuestros instrumentos de
desarrollo e incentivo al desarrollo industrial se han quedado rezagados.
En las últimas dos décadas, el fomento de los
clústeres productivos, el surgimiento del Consejo Nacional de Competitividad y
de PROINDUSTRIA como mecanismos para apoyar la competitividad empresarial
dominicana y del sector industrial en particular, así como la definición de una
estrategia basada en rapidez y flexibilidad, han estado latentes.
En fin, la Asociación de Industrias de la República
Dominicana ha sido un actor fundamental en el desarrollo del sector en estos 50
años. Muchos hombres y mujeres entregaron su tiempo y recursos para hacer de
esta institución la organización más representativa de la industria y un
interlocutor de primer orden a la hora de construir puentes con el gobierno,
con otros sectores y hasta con nuestros competidores del extranjero.
Las actitudes y conductas puestas en evidencia
durante estos 50 años hablan de un sector que siente pasión por la generación
de riquezas y el bienestar social, que ha estado siempre dispuesto al diálogo,
que se asume como ente con responsabilidad social y que se caracteriza por ser
proactivo.
Optimistas, sí, el optimismo que se basa en el
trabajo tesonero y que ha permitido a la AIRD ganarse la confianza de sus
socios por haber actuado como un equipo hacia propósitos comunes, ligado por
opiniones, afectos e intereses comunes.
Amigos y amigas,
Durante estos años, la economía dominicana ha exhibido una de las
cifras de crecimiento económico más impresionante de la región. Hemos celebrado
por años este logro que nos llena de orgullo como país, pero esto no es
suficiente si queremos el bienestar de todos nuestros ciudadanos en un mundo
globalizado, en el que se desarrolla una revolución tecnológica que podría estar
dejándonos atrás.
Llegó la hora de actuar con cautela pues el dinamismo de otras épocas
está sufriendo una desaceleración importante
y estamos siendo víctimas de lo que algunos economistas llaman el superciclo de
precios de las materias primas, cargado de una gran volatilidad.
Está demostrado que el comercio exterior ha sido el principal canal de
transmisión de la crisis internacional. Por ello, la generación de empleos formales es la llave
maestra para cerrar las brechas sociales.
Debemos avanzar hacia una estructura productiva más intensiva en
conocimiento, mayor productividad y alta capacidad de generación de empleos.
Señoras y señores,
50 años después de fundada la asociación que hoy nos reúne, estoy más
segura que nunca de que las políticas públicas debieran tener como trasfondo
dotar a un país de las capacidades para producir más y mejor, es decir, elevar
su productividad.
Lamentablemente el término de productividad prácticamente no existe en
el discurso público dominicano y no constituye un eje articulador de políticas.
Sin embargo, los principales indicadores de crecimiento y de bienestar de los
países desarrollados y de aquellos emergentes que están despegando, demuestran
que hay una correlación directa con el crecimiento
de la productividad.
Para que un país sea competitivo, además de mantener sus costos de
producción en línea con el de otros productores en el mercado mundial, debe de
ir reduciéndolos continuamente e incrementar su productividad sustancialmente.
Entre más rápido se reduzcan sus costos de producción, y entre más rápido se
incremente la productividad y se mejore la calidad y variedad de los productos,
mayor será el potencial para un incremento en los estándares de vida de ese
país.
En nuestro caso, para incrementar los niveles de
productividad en el país y generar más y mejores empleos, nuestros sectores
productivos deben encontrarse en condiciones de aprovechar las oportunidades y
enfrentar los retos que nos presenta la apertura comercial.
50 años después en nuestra historia, algunas de esas condiciones no se
han dado en nuestro país, por lo que debemos tomar conciencia, para que las
acciones tanto en el sector público, como en el privado se orienten hacia una
mayor productividad.
Como decía Friedrich Nietzsche “No es la fuerza, sino la perseverancia de
los altos sentimientos la que hace a los hombres superiores” y es guiados por esa
actitud que debemos repensar
nuestra economía, como lo están haciendo la mayoría de las naciones.
La necesidad de un cambio en nuestro modelo
económico se refleja en el empleo de nuestro sector manufacturero. En el año
2000 el empleo formal en la industria ascendía a 505 mil personas, mientras que
en el 2011 esta cifra se redujo 400 mil. Señores, esto indica que a pesar del
crecimiento sostenido que ha tenido nuestra economía, hemos perdido más de 100
mil empleos formales en el sector manufacturero en los últimos 10 años, esto es
1 de cada 5 empleos. Así no podremos cerrar las brechas productivas y sociales
en el país.
Por otro lado, nos guste o no la apertura comercial,
el libre comercio, nos ha obligado a cambiar los esquemas, los enfoques de
nuestras empresas. Hubo un momento, en el siglo pasado, en que exportar era
opcional para la industria nacional y que descansamos en áreas como la caña de
azúcar o el tabaco. Hoy exportar no es una opción, es la prioridad para las
industrias dominicanas, sin distinguir su tamaño, grandes, medianas y pequeñas.
Exportar sin descuidar el mercado interno, ese que hemos suplido por tantas
décadas y que debemos seguir consolidando y ampliando.
Quiero repetir aquí algo que indicamos en la
clausura del 2do. Congreso Industrial: no podemos perder más tiempo en lograr
convertir a la industria dominicana en la gran fuente de empleos formales que
requiere nuestro país. Un nuevo empleo en el sector de la manufactura genera
varios más en los sectores de servicios, pero un empleo que se pierde en
nuestro sector, tiene un efecto multiplicador negativo, incrementando el empleo
informal.
A pesar de todos los retos y tiempos difíciles
vividos, el sector industrial sigue constituyendo el ancla de la economía
dominicana y un importante motor en el desarrollo nacional. Aportando más ingresos tributarios que
cualquier otro sector de la economía nacional.
En el 2011 las exportaciones totales representaron
el 48% de todos los ingresos corrientes de divisas generados por el país. Uno
de cada 2 dólares que generó la economía resultó de las exportaciones
nacionales y de zonas francas.
Sin duda alguna, la fe en la producción nacional y
el optimismo en lograr un desarrollo
sostenido de nuestra nación, han constituido la base del trabajo tesonero de
nuestras industrias y han sido precisamente esas las razones que le han
permitido a la AIRD ganarse la confianza y credibilidad de sus socios y de la
sociedad dominicana.
50 años después de habernos constituido, debemos seguir mirando nuestro
futuro con optimismo y delinear junto al sector público la base para que la
República Dominicana acelere el paso hacia el desarrollo.
Este camino implica minimizar nuestras debilidades y corregir nuestros
errores, pero también retomar los ejemplos exitosos de nuestra realidad y sacar
máximo provecho a las fortalezas y oportunidades que nos llenan de orgullo:
·
Contamos con
una ubicación geografía excepcional que nos permite exportar fácilmente
nuestros productos y al mismo tiempo convertirnos en un Hub de El Caribe
·
Tenemos una
economía diversificada que nos facilita los encadenamientos productivos
·
Somos un
país atractivo para la inversión extranjera y esto hace posible hacer alianzas
estratégicas para aprovechar otros mercados.
·
Contamos con
un país que recibe más de 4 millones de turistas, que tiende a aumentar cada
año
·
Aunque
lamentablemente las importaciones se incrementan cada año, no hay dudas de que
a los dominicanos les gusta consumir lo Hecho en RD.
·
Y sobre
todo, contamos con los dominicanos, personas que siempre están dispuestas a dar
lo mejor de sí a pesar de las dificultades.
Debemos hacer de este
tiempo una bisagra en nuestra historia,
pero para lograrlo debemos estar claros de que el mundo en que estamos viviendo
es una oportunidad pero también una amenaza. Por ello, es imperioso
luchar contra nuestras propias debilidades que no son otras que aquellos
factores que nos impiden agregar mayor valor
a los productos que fabricamos, pues está claro que la competencia internacional,
en los próximos años, girará en torno a quién agrega más y mejor valor y quién crea
más riqueza y bienestar para los pueblos.
El desarrollo productivo
y tecnológico es un proyecto a largo plazo, no es espontáneo y tampoco gratuito. No hay atajos posibles en el
camino al desarrollo, por lo que se requiere de confianza, trabajo conjunto y consensos
en la sociedad. Por eso, nos sentimos complacidos con la iniciativa emprendida
por el Gobierno de crear una mesa de seguimiento a las propuestas acordadas en
el marco del 2do. Congreso de la Industria Dominicana y confiamos en que a través del trabajo conjunto, pondremos en
práctica muchas de las acciones y programas.
Sobre estos temas tendremos que encontrar
consensos. Pero ojo: lograr consensos no es sólo acordar palabras y buenas
intenciones, sino lograr objetivos concretos y cuantificables. Al desarrollo hay
que conquistarlo, con convicción y convencimiento.
Confrontemos
únicamente contra nuestros propios problemas. Discutamos, con madurez, sobre lo
sustancial, sobre lo que vale la pena. Debemos ver la crítica como un mensaje,
no como rebeldía.
Y es que amigas y
amigos, el desarrollo no se importa: surge desde adentro, desde nuestra propia
fortaleza y es el resultado de un
trabajo conjunto de toda la sociedad.
Debemos generar
una nueva visión que incluya a todo el campo y a toda la industria. Los países
desarrollados han logrado resolver este dilema. Esto es condición necesaria e
ineludible para generar fuentes de empleo.
Si logramos esto, podremos
encaminarnos a hacer realidad la Estrategia Nacional de Desarrollo que nos
trazamos y generar los niveles de confianza que ahora más que nunca necesitamos
para encaminar nuestro país hacia el verdadero desarrollo, sin ataduras, sin
miedos, pero con real apertura y transparencia, aunque algunos se resistan.
Colegas
industriales, empresarios,
Una convocatoria
tan amplia como la de hoy es una demostración de que queremos actuar como un
colectivo y no como individuos. Me llena de alegría mirar tantos amigos que
representan a toda la sociedad dominicana. Ver a nuestros amigos sindicalistas,
funcionarios, líderes de la prensa, académicos….me hace sentir que han valido
la pena estos 50 años de entrega de las numerosas personas que con su empeño han
hecho de la Asociación de Industrias lo que es hoy.
De lo que se trata
de ahora en más es de generar un clima de confianza, un estado de conciencia
colectiva que crea apasionadamente que el desarrollo es posible, cierto y
realizable.
Es a este desafío
apasionante al que ansiamos ser convocados, para aportar la potencia y el valor
de la industria, para sumar nuestro pasado con el presente y sobre todo con
nuestro futuro.
Ya escribimos el
trazo grueso de nuestro guión. Ahora nos toca editarlo, producir y filmar los
próximos 50 años, para que nuestra película sea mejor que la primera.
Pues como dijo Benjamín Franklin “La
felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que
pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los
días”.
Muchas gracias.