Ayer el Banco Interamericano de Desarrollo puso en circulación el libro "Cómo repensar el desarrollo productivo?". Diferentes opiniones se externaron sobre la formulación de Políticas de Desarrollo Productivo. Para el Consenso de Washington (que no se originó, por cierto, en Estados Unidos) hablar de PDP es como mencionar el diablo. Eso está cambiando, pero todavía muchos ven riesgos en la intervención del Estado. En lo particular, coincidiendo con Pavel, asumo que el mercado tiene demasiadas imperfecciones como para dejarle "a su libre albedrío". Sin embargo, la intervención estatal tiene muchos periquitos... Pavel, en su artículo de los miércoles en El Caribe, reflexiona sobre algunos de ellos.
¿Cómo repensar el desarrollo productivo?
Por
Pavel Isa Contreras
Este es el título de un nuevo informe que acaba de
publicar el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Con un rigor y cuidado
difícil de emular, este relativamente voluminoso documento hace un rescate
definitivo de las políticas de desarrollo productivo como un componente
ineludible del esfuerzo de desarrollo.
Hace 20 años hubiese sido impensable que un libro
como ese pudiese ser publicado por un organismo financiero internacional. Esto
da cuenta del significativo cambio que han experimentado los consensos en la
última década. Las políticas de fomento a la producción ya no son más una mala
palabra y empiezan a estar de vuelta en el centro del debate.
El argumento en defensa de la intervención del
Estado para el fomento del desarrollo productivo en países en desarrollo data
desde mediados del siglo pasado y contribuyó a apuntalar los esfuerzos de
industrialización deliberada de esa época. Este se centra en la idea de que, en
muchas circunstancias, el mercado por sí sólo no puede dar los resultados deseables
y posibles, y que muchos emprendimientos viables no logran nacer o
desarrollarse por falta de bienes públicos tales como protección de la
propiedad, infraestructura pública, educación, información oportuna y adecuada,
procesos razonables para establecer un negocio, y controles fitosanitarios.
Cuando el mercado no funciona de la manera esperada, se habla de “fallas de
mercado”, que podrían ameritar la acción pública.
Sin embargo, distinto al pasado, el aporte del BID
está lejos de ser una defensa a ultranza de la participación activa del Estado
en impulsar la productividad.
También advierte de los riesgos que la
intervención entraña, en la medida en que a los mercados imperfectos no se les
oponen los gobiernos perfectos sino más bien aparatos públicos plagados de
problemas que no garantizan resultados deseables. De allí que no se pueda dar
por sentado que las políticas terminarán por resolver los problemas del
mercado.
Pero además, diferente de muchas otras políticas
públicas, las de desarrollo productivo son particularmente difíciles porque los
problemas no son evidentes. Las fallas de los mercados son múltiples y se
expresan con intensidades diferenciadas. En algunos casos se trata de que una
débil infraestructura, en otros de una falta de coordinación entre potenciales
inversionistas para que realicen las inversiones simultáneamente y todos puedan
beneficiarse; en otros se necesita garantizar la salud, y en otros más hace
falta investigación básica para beneficio de todo el mundo. Eso hace necesario
que se identifiquen previamente los problemas para justificar bien algún tipo
de respuesta gubernamental, y no simplemente dar exenciones para garantizar la
rentabilidad de las inversiones.
Otros elementos que las complican aún más son los
siguientes. Primero, de la misma forma en que los problemas no están
pre-escritos, las políticas tampoco. Cada circunstancia que amerite una
respuesta pública, requiere de un conjunto particular de políticas. No debe
haber tal cosa como paquetes prediseñados.
Segundo, hacer política de desarrollo productivo
requiere un sector público capaz, con personal altamente calificado porque se
trata de aplicar conocimientos altamente especializados y que se relacionan
principalmente con las ciencias y la investigación y el desarrollo. Esos
recursos son frecuentemente escasos.
Tercero, los resultados de las políticas de
desarrollo productivo se dan en el largo plazo y con tiempos distintos a los
políticos; esto hace que haya incentivos insuficientes para quienes toman
decisiones. Cuarto, este tipo de política requiere de una estrecha colaboración
con el sector privado porque son las empresas las que más conocen de sus
problemas y sus retos.
Quinto, precisamente por lo anterior, el riesgo de
captura del sector público es muy alto. Por ello, se requiere blindar al Estado
de influencias que lo que buscan es rentas y privilegios. Reglas que obliguen a
la transparencia y la participación de actores no privados pueden contribuir a
ello. Sexto, también se requiere lograr altos niveles de cooperación entre
instituciones de gobierno porque atacar los fallos de mercado demanda de
acciones múltiples en diversos frentes. En el Estado dominicano, esto es poco
conocido.
Como se advierte, impulsar la producción y la
productividad para hacer lo que el mercado debería y no puede requiere de un
Estado mucho más capaz pero también diferente al que nos gastamos. Supone uno
que deje de poner énfasis en lo que siempre ha hecho, dar exenciones, y se
concentren en lo que pocas veces ha hecho: crear entornos más favorables para
la inversión, el aprendizaje continuo y el escalamiento tecnológico.
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