Los jóvenes no se ven representados por el sistema
(Contribuido de El Mercantil /
Editorial, Febrero 2016, pg. 14).
No debería
extrañarnos, al contrario, lo que sería contradictorio es que una nueva
generación de jóvenes asumieran como válidas las ya caducas matrices política,
económica, administrativa y, por supuesto, laboral que constituyen el sistema
actual. Eso está ocurriendo en Estados Unidos y España, por nombrar sólo dos
países, aunque la situación aquí no es distinta, simplemente no ha existido una
movilización realmente integrada que los haga participar de un cambio. Ello
sólo puede partir de las universidades y alejándose de líderes convencionales,
apegados a los partidos existentes, que al final acaban buscando lo suyo.
Mientras, en
Norteamérica Bernie Sanders, una persona de edad que cuenta con el fuerte apoyo
de jóvenes que ansían plantar cara al poder financiero y conseguir una sociedad
más igualitaria, está logrando cada vez mejores expectativas de voto ciudadano.
Sanders, estratégicamente, supo cómo ‘atacar’ a su contrincante demócrata, la asoció
a la casta política, al sistema actual, a Wall Street.
Hillary Clinton
reaccionó tarde y sólo cuando se vio asolada por la derrota en la última
convención, afirmó en su discurso que sabía que debería presentar una propuesta
más concreta a los jóvenes. Sanders representa el “no queremos más de lo
mismo”. ¿Sería lógico pensar que eso es lo que, tarde o temprano, va a ocurrir
aquí?
La evolución social y
económica está haciendo que el pensamiento político de los ciudadanos se
perfile hacia una confrontación que viven en el día a día: los que están arriba
y los que están abajo. La desigualdad hace que la posibilidad de pertenecer o
simpatizar con un partido político donde luchen ‘codo a codo’ ricos junto a
pobres se desvanezca. Ya no se trata de ser conservadores o progresistas, se
trata de justicia social, se trata de opulencia y pobreza, se trata de
acumulación de bienes y de falta de ellos, se trata de que unos son
privilegiados porque con su dinero acceden a la mejor educación y sanidad,
mientras otros, aun siendo estos servicios públicos y mediocres, tienen que
pagar por ellos; y se trata de una clase media machacada. Empieza a ser difícil
que un rico pueda representar a la gente de escasos recursos, y resulta que esa
gente es mayoría ciudadana. Vienen cambios, facilitados también por la torpeza
de los de arriba. En nuestro caso, mientras la tónica sea seducir al pobre con
engaños y dé resultados, el discurrir será más lento. Pero no va a poder seguir
mucho tiempo así, porque los jóvenes no se identifican con este sistema.
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