México:
Aproximaciones al tercer sector: el social
Mayra Sánchez García
Tierra
de Sal, 6 diciembre, 2016
¿Qué debemos entender por tercer sector? El antecedente es la
existencia de dos sectores: el Público y
el Privado. Entonces este tercer sector estará enfocado a lo social. Son las organizaciones de la sociedad civil
organizadas quienes conforman este creciente bloque.
Debemos entender que este tercer
sector es una entidad sin fines de lucro.
Son organizaciones que no redistribuyen sus beneficios a sus propietarios y accionistas, sino que los reinvierten en sus entidades para
seguir cumpliendo sus objetivos fundacionales.
En breves palabras pueden estar
conformadas como; primero, sociedad civil: ONG
(Organizaciones No Gubernamentales), ONGD
(Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo). Segundo, como economía social: cooperativas y mutualidades. Tercero, como asociacionismo
voluntario: fundaciones y asociaciones.
Ultimo, como sector no lucrativo:
ESAL (Empresas sin ánimo de Lucro), ENL (Entidades No Lucrativas).
Es obligado hacer un pequeño
recorrido por cuatro momentos históricos de México: La Colonia; el período de
la Independencia al Porfiriato; El Porfiriato, por último el período de
indiferencia (1929-1960).
En el período colonial, las
asociaciones eran fundamentalmente organizaciones religiosas. Y existían tres
tipos de actores: las organizaciones de asistencia, la mayoría ligadas a
organizaciones religiosas; las cofradías y las organizaciones privadas para
fines público (2013, Natale Alejandro; el entorno económico de las
organizaciones de la sociedad civil en México).
Durante el periodo de la
Independencia al Porfiriato y tras la firma de la independencia de México en
1821, el escenario de asistencialismo cambió; el nuevo gobierno introdujo un
cambio mayor en la comprensión de la asistencia social, entendida ahora como
una obligación del Estado y no una cuestión de caridad privada (V. Knight,
1985).
Esto significó que, el
reconocimiento de que el financiamiento antes apoyado por la iglesia, como los
dispensarios, escuelas y hospitales, por citar algunos, debían ser ahora un
compromiso del Estado.
“Esta concepción del Estado
filantrópico se fortaleció en dos sentidos, con la promulgación de las Leyes de
Reforma en 1859; primero, se restringía la participación de la Iglesia en el
financiamiento de las actividades económicas y además se expropiaba la mayor
parte de su patrimonio económico.
Segundo, se secularizó de la
educación (V. González, 1985; Rodríguez, 1993; Rangel, 2003). Si bien es
cierto, que estas reformas tuvieron un impacto significativo en la acción
social y sin fines de lucro, el hecho de a ver dejado de lado a la iglesia les
cerró la llave de la manutención a muchos entes sin fines de lucro y así que el
tiempo de vida para muchos fue corto o muy complicado.
En este periodo Benito Juárez creó
la Lotería Nacional, copia el modelo de operar de los entes de asistencia
social eclesiásticos. Y, la situación social y política no permitió el
desarrollo pleno de las organizaciones no lucrativas.
Durante el Porfiriato; Díaz,
“entendió que las asociaciones de asistencia eran pequeñas válvulas de escape a
la insatisfacción por la falta de seguridad social, no sólo siguió aceptando la
participación de la Iglesia en la provisión de asistencia, sino que fomentó el
surgimiento y la acción de organizaciones voluntarias privadas. Para apoyar la creación
de asociaciones realizó dos acciones fundamentales una de regulación y otra de
control. Promulgó una nueva ley, la Ley de Beneficencia Privada que fomentaba
la acción social, principalmente en las áreas de educación y de caridad. Esta
ley dio a las organizaciones el reconocimiento legal y de determinadas
exenciones fiscales, así como las condiciones de vigilancia. En lo segundo,
para tener control sobre las asociaciones, creó la Junta de Beneficencia
Privada (JBP), un consejo de ciudadanos voluntarios nombrados por el
presidente. Con algunos cambios este organismo sigue funcionando hasta nuestros
días y, a la fecha, tiene 16 juntas de asistencia privada u organismos
análogos”.
En estos primero años de 1900,
surgieron otros entes de segundo piso como el Montepío Luz Saviñon I.A.P. que
con el tiempo donaría el 10% de sus ganancias a causas sociales; la Fundación
de Socorros para personas menesterosas; la Fundación Señorita Trinidad Espinoza
I.A.P. la Fundación Rafael Dondé I.A.P. y la Cruz Blanca dedicada a la salud,
junto con otras asociaciones sindicales libres que tuvieron injerencia.
Durante el periodo de 1921, existían
ya 33 asociaciones con una dotación de 35 millones de pesos que asistían a 10
casas de ancianos, 4 colegios, 8 hospitales, entre otros. Este número creció a
lo largo de la década subsiguiente.
Estas organizaciones seguían
utilizando modelos de financiamiento aprendidos a lo largo de su historia. Para
1929, aparecieron fondos como el Fondo Privado de Socorros José María Olloqui
I.A.P. y otros basados en herencias o fondos familiares (ver Natal, 2002).
Así, para los primeros años de los
gobiernos postrevolucionarios, la manera en que se financiaba la asistencia y
las causas sociales no se habían modificado sustancialmente y, al igual que en
períodos anteriores el gobierno permitió que la iglesia católica continuara
financiando a organizaciones no lucrativas y algunos tipos de acción social,
siempre y cuando no interfirieran con la ideología del Estado.
Por las características propias de
esta forma de gobierno mexicano, todos los esfuerzos de filantropía fueron
inhibidos y el ejercicio desde la barrera ciudadana empezó a exigir un rumbo
democrático.
Teniendo estas líneas como
antecedente, cabe mencionar que el
desarrollo de este tercer sector fue directamente proporcional al momento
histórico que rigió nuestro rumbo, primero, la iglesia, luego el Porfiriato con
sus “bemoles” y luego por los 60 se fortalece la actividad de los entes
sociales.
Hoy
día, existen algunos datos estimados y
refieren que existen según el Registro Federal de Organizaciones de la Sociedad
Civil, se contaba a julio de 2014 con 27
mil 18 actores sociales inscritos en todo el país. Y, si bien es cierto que
desde 2000 con el gobierno federal de alternancia, se esperó un mayor
crecimiento en el impacto y trabajo social, todo quedó a la deriva.
Pero, esta fuerza ciudadana, sigue
en la búsqueda de la consolidación de un régimen democrático en nuestro país;
donde la participación de la sociedad en
la toma de decisiones es de gran importancia para incluir a sectores de la
población antes excluidos y legitimar una forma democrática de gobierno
basada en el diálogo, la equidad, la inclusión y el consenso.
Nos debe quedar claro que una de las funciones de las OSC es ser un
mecanismo de vigilancia y contrapeso ante las acciones de gobierno y a la par
ser la voz de los sectores más vulnerables. Ser OSC es una responsabilidad
enorme pero, privilegiada.
El trabajo se torna en ocasiones
arduo pero se debe seguir picando piedra
para poder ser parte, de la toma de decisiones; encontrar el espacio al
diálogo y, sobre todo en sensibilizar a los otros actores políticos quienes
tienes en sus manos el futuro de nuestra democracia y olvidan el valor del
respeto a los derechos humanos.
Muchos quienes conformamos este
tercer sector; te invitamos a reflexionar y a coadyuvar en favor de una mejor
sociedad; México nos necesita.
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