Conferencia del
Sr. Campos De Moya, presidente de la AIRD en el Almuerzo Mensual de la Cámara
Americana de Comercio de la República Dominicana
Miércoles 25 de
julio de 2018 a las 12:30 m en el Hotel Real Intercontinental
En
mi nombre y en el de la Asociación de Industrias de la República Dominicana
(AIRD) agradezco a la Cámara Americana de Comercio el invitarnos a este
almuerzo, en el que nos permiten exponer las virtudes y desafíos de la
industria dominicana, sector estratégico para el desarrollo económico
sostenible y ancla importante para la atracción de inversión extranjera directa.
Hoy
quiero ser portador de esperanza y optimismo, quiero decir con orgullo que represento
a la industria nacional, corazón del país.
Nuestra democracia es una democracia joven.
Surge pocos años después del ajusticiamiento del dictador Rafael Leónidas
Trujillo; y es en ese momento cuando comienzan también a surgir los
emprendedores dominicanos que aun sin bancos que pudieran financiarles pusieron
sus propios ahorros para apostar a la industrialización del país, iniciando así
la transformación de nuestra economía.
Hoy día la República Dominicana es, desde el
punto de vista de sus indicadores macroeconómicos, una nación próspera, una
nación que crece y ha crecido en todas sus actividades en las últimas dos
décadas. Líder en Centroamérica y El Caribe, lo que nos debe llenar a todos de
orgullo.
La industria dominicana es parte importante de
este crecimiento. Ha exhibido una tasa de crecimiento anual promedio durante
los últimos 25 años superior al 4%. Son cifras extraordinarias en el contexto
de la región.
Este desempeño, a pesar de ser menor al 5.5%
promedio anual de la economía en su conjunto, tiene características que
justifican ver a la industria como el corazón del desarrollo económico y social
de la República Dominicana y de ahí el título de nuestras palabras ante este
importante foro.
El comportamiento del sector industrial ha
estado marcado por circunstancias internas como externas que han influenciado
su ritmo de crecimiento. En ocasiones hemos visto como la industria local crece
a mayor ritmo que las zonas francas y en otras ocasiones lo inverso. Pero al
visualizarlo en un horizonte de largo plazo, vemos que en los últimos 25 años
ambos sectores en promedio han crecido a ritmos similares.
La diversificación del sector manufacturero es
tan amplia que permite a la República Dominicana contar con seguridad alimentaria,
producción y consumo prácticamente autosostenible en las áreas donde se ha
desarrollado. Un abanico multicolor que expresa la diversidad del sector
industrial como parte importante de nuestra riqueza.
Es bueno tomar en
cuenta que esta diversidad productiva trae grandes ventajas en el empleo,
salario y productividad del país.
En lo que
corresponde a su incidencia en el empleo, la industria dominicana ocupa el
segundo lugar de todos los sectores de la economía. Alrededor de 17 de cada 100
personas ocupadas de la Población Económicamente Activa forman parte del sector
industrial.
Sólo la manufactura genera uno de cada diez
empleos directos en la economía (y digo directos porque el grado de
encadenamiento con otros sectores, tanto agrícolas como de servicios, llevaría
a incrementar significativamente este aporte vía empleos indirectos).
En cuanto al salario, nos sentimos orgullosos
de que el salario
promedio de la industria nacional es –según datos
provenientes de la Tesorería de la Seguridad Social- superior al pagado por la mayoría
de los sectores económicos.
¡Señores! Las industrias dominicanas son
generadoras de bienestar. No hay mejor política social que un buen empleo
formal.
Los salarios pagados en el sector industrial
según el tamaño de las empresas nos revela también la importancia de apoyar el
crecimiento industrial para hacer que las pequeñas empresas se conviertan en
medianas y estas a su vez en grandes.
Pues las empresas grandes pagan un salario
promedio 77% mayor que las empresas pequeñas y un 27% más que las medianas, lo
que evidencia que mientras más desarrollada es una industria, mayor es la
calidad de los empleos que genera.
Estamos conscientes de la importancia de las
PYMES, del fomento de su crecimiento, pero también debemos reconocer que, en un
mundo globalizado, nuestras grandes empresas son pequeñas al compararla con sus
pares de economías desarrolladas, con las cuales competimos no solo en los
mercados de exportación sino en nuestro propio patio.
En los últimos 25 años el aumento de la
productividad en el sector industrial ha sido notable y decisivo para impulsar
el crecimiento de la economía nacional en general. Como indica el Estudio sobre
el Desarrollo Industrial Dominicano en los Últimos 25 años, elaborado por el
Viceministerio de Desarrollo Industrial del Ministerio de Industria y Comercio,
en las últimas dos décadas la productividad de la industria dominicana se
multiplicó de manera significativa.
En el año 2000 nuestro país se inserta de
lleno en los procesos de apertura comercial.
Implementamos nuestros primeros tratados comerciales y aprobamos una importante
reforma arancelaria. Me es grato indicar que desde el 2000 hasta el presente,
la productividad de la industria local se ha incrementado un 107%, muy por
encima del crecimiento en la productividad reflejado por el sector de zonas
francas.
Al evaluar este desempeño en mayores detalles,
se aprecia que los principales incrementos de productividad coincidieron en el
tiempo con la implementación del DR-CAFTA y la aprobación de la ley de
ProIndustria. En dicho período la industria apostó a la modernización de sus
procesos productivos y el Estado dio un apoyo importantísimo con el programa de
reinversión de utilidades para la adquisición de maquinarias y la implementación
de nuevas tecnológicas. Este es un claro ejemplo de ganar – ganar.
Los resultados han sido notables, lo que se
puede palpar en la modernización de nuestras industrias y en la innovación de
sus productos. Por ello esperamos que próximamente nuestro Congreso Nacional
apruebe la renovación de este importante instrumento de desarrollo.
Señoras y señores, como hemos dicho en
innumerables ocasiones, la industria manufacturera es un sector esencial para
el desarrollo de los países, porque cuenta con la mayor capacidad para crear
empleos formales y de calidad; porque tiene un gran potencial para
comercializar sus productos y aprovechar mercados mucho más amplios; porque permite generar economía de escala
para incrementar la producción y la productividad; y porque goza de un gran
espacio para la innovación, la transferencia de conocimientos y la difusión
tecnológica.
Cada uno de estos elementos ha estado presente
en el desarrollo del sector industrial dominicano durante las últimas décadas,
empujado por el proceso de globalización de nuestra economía, la apertura a la
inversión extranjera directa, y el desarrollo de los sectores turismo,
transporte, logística, PYME y servicios.
Amigos y amigas, son muy pocos los países de
la región que pueden reflejar una tasa de crecimiento promedio anual durante
los últimos 25 años superior al 4% en el sector industrial. Hemos crecido de
forma saludable y constante durante el último cuarto de siglo. Sin embargo, a
pesar de este dinamismo, no hemos podido crecer a la par de la economía
dominicana en su conjunto. Este es el reto que tenemos por delante: crecer
haciendo crecer a la agricultura, a las zonas francas, al turismo, las PYME y a
los servicios. Porque si crece la industria, crece el país.
Después de casi 4 años de presidir la Asociación
de Industrias de la República Dominicana, mi optimismo por las oportunidades y el
desarrollo industrial de nuestro país es mayor que cuando inicié mi gestión.
Sinceramente creo que nuestro potencial es inmenso. Mi corazón se reboza de
orgullo cada vez que visito una de nuestras plantas manufactureras, algunas de
las cuales exportan diversidad de productos
en ocasiones a más de 20 países.
Gracias al empuje
de la producción minera en nuestro país, nuestras exportaciones per cápita se
han incrementado en los últimos años, pasando de $1,108 dólares en el 2005 a
$1,751 dólares per cápita en el 2017. El incremento de los ingresos fiscales para contar con un Estado más
robusto y que pueda suplir eficientemente las necesidades y servicios básicos
de la población vulnerable es necesario y para lograrlo debemos propiciar más
inversiones tanto nacionales como extranjeras. Debemos dejar de lado posiciones
extremistas contrarias al aprovechamiento responsable de los recursos
naturales, como externó recientemente el presidente Medina en la Cumbre del
SICA, de modo que se permita seguir desarrollando una minería responsable. En
ese sentido, hay propuestas seria en espera de la aprobación gubernamental que
deben avanzar sin demora.
Desafíos
Nuestro país es
pequeño, lo que limita la posibilidad de competir con grandes economías en los
mercados externos en igualdad de condiciones, pero estoy convencido de que
muchas de nuestras industrias cuentan con la mejor tecnología de punta, cuentan
con cadenas de distribución que muchos países de la región envidiarían, con un
capital humano flexible y con gran capacidad de aprendizaje, pero lo más
importante es que las industrias dominicanas se mantienen, crecen, se
modernizan y exportan con la marea en contra.
Sin embargo, para
poder crecer a un ritmo igual o mayor al de la economía, necesitamos superar
las trabas que restan competitividad a la industria, entre ellas: el suministro
eléctrico costoso y deficiente; la falta de financiamiento de largo plazo, para
las exportaciones y para la adquisición de maquinarias; la ausencia de recursos
y programas del Estado para la promoción de la innovación, investigación y desarrollo;
las prácticas monopólicas en el transporte de carga; las trabas burocráticas que
afectan la productividad y los encadenamientos productivos; y la actual
estructura fiscal que penaliza las inversiones, los activos y la generación de
mayor valor agregado, que a la vez favorece las importaciones.
Pese a las
vicisitudes , el industrial dominicano, ama y cree en su país, cree en el
trabajo y en sus recursos humanos y se llena de satisfacción cuando produce. El
industrial dominicano cree y confía en su Patria.
Sin embargo, debo
decirles que lamentablemente hay avances que han sido muy lentos y que, a pesar
de que todo está dicho y todo está estudiado en el sector industrial, hay
muchos problemas y factores que restan competitividad a la industria que no
hemos podido superar. Trabas que han provocado un estancamiento de las
exportaciones manufactureras desde hace una década y una reducción
significativa de las mismas como porcentaje del PIB.
He oído a
colegas decir que el industrial es masoquista porque prefiere pasar trabajo
produciendo, en lugar de usar su capital financiero para desde una pequeña
oficina con tres empleados contactar a un suplidor de China o de Estados Unidos
e importar los mismos bienes que produce para venderlos en el mercado local. No
tendría que invertir en maquinarias, comprar materias primas, pasar por un
sinnúmero de autorizaciones y permisos, contratar y formar a numerosos
empleados, pagar una factura eléctrica altísima, entre otros muchos procesos.
Sin embargo, el industrial prefiere seguir invirtiendo en su industria
Y es que el incremento
de las exportaciones no es sólo un desafío de la industria, es más que nada una
necesidad de cambiar nuestro modelo de desarrollo económico, de cambiar la
forma de financiar el Estado a través de la generación de divisas, porque así
podremos salir del círculo vicioso del endeudamiento externo y reducir la
dependencia del mismo. Un círculo difícil de romper.
Desde el 2008, una
parte de los flujos de divisas requeridos han venido dados por el incremento
del endeudamiento. Pero estamos llegando al momento en que los pagos de esta deuda
serán mayores a los flujos de nuevos préstamos. Por eso debemos darnos cuenta
del rol fundamental que juegan nuestros generadores de divisas para empujar el
crecimiento futuro del país. Debemos diseñar un circulo virtuoso basado en la
generación de divisas fundamentadas en las exportaciones de bienes y servicios.
Nuestra balanza comercial, cuyos niveles de déficits han superado durante los últimos años los US$7,000 millones anuales. Cifra que nos motiva a reafirmar la importancia de fomentar nuestras exportaciones y a su vez incrementar la participación de nuestros productos agrícolas e industriales en el consumo nacional.
Nuestra balanza comercial, cuyos niveles de déficits han superado durante los últimos años los US$7,000 millones anuales. Cifra que nos motiva a reafirmar la importancia de fomentar nuestras exportaciones y a su vez incrementar la participación de nuestros productos agrícolas e industriales en el consumo nacional.
Países
como Estados Unidos están prestando un marcado interés a su déficit comercial,
conscientes de que este no puede seguir creciendo de forma constante.
Nosotros debemos
también trabajar en reducir nuestro déficit enfocándonos en mejorar la
competitividad del país, en ser cada vez más agiles, en reducir las trabas, en
incrementar la productividad, en fomentar las exportaciones de todos, locales y
de zonas francas; así como en defender nuestro mercado de prácticas desleales
de productos importados.
Reflexiones
Quiero aprovechar este escenario para
reflexionar, no sobre problemas coyunturales, sino sobre los grandes desafíos
que presenta la industria nacional en estos momentos.
En primer lugar, quiero
llamar la atención de una preocupación que percibo en los industriales que es
tan simple como los cambios de reglas de juego y la no aplicación de muchas
medidas para mejorar la competitividad del sector.
Desde el año 2005 en
nuestro país se han realizado más de 10 reformas fiscales y de políticas
industriales fruto de valiosos esfuerzos público-privado, algunas que surgieron
del consenso entre el sector industrial y el sector público, y otras que no
alcanzaron consenso. Hoy en día muchas de esas reformas no han sido
implementadas y otras se han constituido en trabas que en lugar de favorecer la
competitividad y las exportaciones, las han afectado. Otras, se han aplicado
pero han carecido de consistencia en el tiempo para que podamos valorar sus
resultados.
Un ejemplo concreto de los cambios de reglas de juego en el sector
industrial local, es que después de años de abogar por una ley que brindara a
la industria nacional un marco legal para poder competir ante la apertura
comercial, igualar las condiciones frente a los competidores internacionales y
evitar exportar impuestos; a finales del año 2007 se logró la aprobación de la
Ley de Proindustria. Sin embargo, a partir de ese momento la misma se ha
modificado 7 veces; incluyendo dos modificaciones vía la Ley de Presupuesto. Pero
además en tan sólo 10 años de vigencia de la Ley ha contado con 5 directores
generales.
Si los
industriales actualmente invertimos e innovamos diariamente en nuestros productos
y fábricas, imagínense lo que podríamos estar haciendo si contáramos con reglas
estables, con políticas consistentes.
Un nuevo contexto Externo e Interno
Actualmente en el
mundo ocurren escaramuzas de una guerra comercial: lucha por el control de
divisas, medidas proteccionistas de China, la Unión Europea y Estados Unidos,
para con sus industrias y sus mercados internos. Esto puede tener múltiples
lecturas y consecuencias para nuestras economías, pero es evidente que quienes
conducen esos procesos ven en cuidar su producción local un elemento
fundamental para el bienestar de sus pueblos.
El impulso
proteccionista implica presiones para muchas economías latinoamericanas. La
nuestra es un caso de especial sensibilidad. Es cierto que hemos ido
diversificando los destinos de nuestra oferta exportadora, pero Estados Unidos
sigue siendo todavía el principal destino y el cual puede verse afectado por
numerosos factores, entre ellos el reshoring industrial que podría provocar la
reforma impositiva que redujo de 35% a 21% el impuesto sobre las corporaciones,
que elimina el impuesto a la reinversión en maquinarias y equipos industriales
y que permite una depreciación total del 100% de las mismas anualmente por los próximos
años.
Quizás como dicen
algunos expertos, esto no necesariamente afectará nuestras inversiones y
exportaciones, pero por lo menos nos debe servir de muestra de cómo las grandes
potencias del mundo están haciendo de todo para fomentar su producción
nacional.
Nuestro segundo
socio comercial es Haití. Lamentablemente, las relaciones comerciales con dicho
país navegan continuamente en la incertidumbre. Desde la imposición de una veda
a un amplio grupo de productos a cuotas de importación.
Como sabemos la
mayoría de las exportaciones hacia Haití se realizan vía los puntos
fronterizos. En ocasiones algunos medios estadounidenses han indicado que el
comercio en la frontera de forma ilícita es el causante del déficit fiscal
haitiano y que los puntos de frontera representan un tema de seguridad
nacional. Sin embargo, resaltamos que la industria dominicana es un abanderado
de la formalidad, del comercio lícito, del cumplimiento de las leyes. Para los
dominicanos se trata de un comercio formal que se refleja en las estadísticas
de nuestras exportaciones.
El papel de la
Dirección General de Aduanas de RD es claro, en común acuerdo con su contraparte haitiana han
buscado mecanismos de intercambio de información y asistencia, pero les ha sido
muy imposible implementarlos. Todo parece indicar que los haitianos realmente quieren
mantener el status quo de incertidumbre.
Mientras el
empresario dominicano ha confiado e invertido en su país, no podemos afirmar lo
mismo del empresariado haitiano, lo que podría explicar las asimetrías en el
desarrollo de ambas naciones. La normalización de las relaciones comerciales
con Haití, la posibilidad de inversiones conjuntas, el respeto a las reglas
establecidas, constituyen anhelos del empresariado dominicano.
Nos preocupa el
tema migratorio. Tenemos el derecho de establecer y hacer respetar nuestra
propia política migratoria, independiente de los intereses de otras naciones.
La migración ilegal es una daga que nos desangra: presiona la seguridad social,
fomenta el desempleo, genera situaciones de riesgo a la seguridad nacional,
incrementa el gasto del estado en temas como salud o educación. Tenemos el
reto, como bien señalara recientemente Pedro Brache, Presidente del CONEP, de
atender nuestras fronteras y así normalizar la migración y el contrabando.
Recientemente el
Gobierno Dominicano tuvo dos importantes logros en la política exterior:
El ingreso en el
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el cual consideramos es un gran reto y
una oportunidad para las autoridades dominicanas. En esa representación deben
designarse personas capacitadas e idóneas con acceso a las máximas autoridades
para que las acciones que se toman en ese Consejo diariamente sean acordes al
mejor interés del país y que pongan en alto la política exterior dominicana.
El otro aspecto
importante de la política exterior reciente, es el establecimiento de
relaciones diplomáticas con China. Aplaudimos las relaciones con China Popular,
pero si queremos lograr avances positivos es necesario que el sector público y
privado actúen coherentemente en estrategias a presentar a nuestro nuevo
aliado. Cada iniciativa debe ser bien estudiada y coherente. Nuestro país debe
ser proactivo y presentar proyectos reales que sean atractivos para el
financiamiento o la inversión china, tomando siempre en cuenta nuestras grandes
asimetrías con ese país. Las relaciones con China no constituyen un viaje
turístico. Se trata de establecer compromisos que nos beneficien como país y
que no perjudiquen nuestro desarrollo industrial.
En este
escenario, quiero hacerme eco también de los planteamientos presentados por el
presidente del CONEP en la AMCHAM en Santiago sobre el Pacto Eléctrico, el cual,
como dijo Pedro, quizás no sea perfecto, pero su implementación abrirá las
puertas a una transformación positiva del sistema eléctrico. Es por eso que
respaldamos la petición a la clase política y al Estado de firmarlo y llamamos
al Poder Ejecutivo a iniciar la implementación de las acciones acordadas con su
amplia participación. Los industriales estamos ávidos de contar con un sistema
eléctrico eficiente y competitivo para poder desarrollarnos.
Otro elemento del
contexto nacional es el referido a la ley de partidos políticos y la ley electoral.
Pedimos a los partidos políticos que vean más allá del 2020, que se conviertan
en constructores de un Estado fuerte y decisivo para el progreso y no
simplemente en aspirantes al ejercicio del gobierno en el próximo período. Aprueben
ya esos instrumentos jurídicos tan debatidos y tan necesarios para la
democracia en el país.
Es necesario un
pacto en torno a la modificación del Código Laboral. Es tiempo de actualizarlo
a las condiciones del mercado. Las empresas –especialmente las industrias-
están deseosas de fortalecer sus aportes vías empleos formales, pero se
requiere un Código más flexible, un Código que favorezca a empleados y a
empleadores, un Código que fomente el derecho a un trabajo formal, con toda la
protección debida, pero también la sobrevivencia del quehacer empresarial, el
cual garantiza la continuidad de la inserción laboral de dominicanos y
dominicanas.
En cuanto a la
informalidad, la evasión y el contrabando, debemos promover una cultura de
formalidad, de producción y consumo responsable y de cumplimiento de las leyes
y obligaciones tributarias. Ya no solo la evasión fiscal constituye una
competencia desleal para quienes cumplen con sus obligaciones tributarias y de
seguridad social, sino también el que no cumple con las normas de calidad de la
producción, el que hace publicidad engañosa o el que abusa de sus medios de
manera ilícita para posicionar sus productos en el mercado. Exhortamos a la
Cámara de Diputados la rápida aprobación del proyecto de ley contra el comercio
ilícito, aprobada recientemente en el Senado de la República.
Apoyamos el
cumplimiento de las leyes pero para todos, sin excepciones. Reconocemos la
labor que están haciendo las instituciones recaudadoras, DGI y DGA en contra de
la evasión y abogamos por su fortalecimiento, pero sabiendo siempre que son
pocas las personas físicas y jurídicas en nuestro país que tributan y que por
eso tenemos una presión tributaria tan baja, a pesar de que la carga tributaria
del sector manufacturero sobrepasa el 34%. Por esto es muy importante seguir
trabajando en lograr que los que no tributan cumplan sus obligaciones y
facilitar los procesos a las empresas que no presentan riesgos porque cumplen y
pagan.
Aplaudimos la
labor que viene haciendo Competitividad para reducir la tramitología y contar
con planes de acción concretos para promover la competitividad de los sectores
productivos, pero me permito hacer un llamado a los ministerios y a las
instituciones a que cumplan su rol de apoyo al sector privado, con una visión
de facilitación de los procesos y no de entorpecimiento o burocracia, pues cada
paso administrativo que debe realizar un empresario representa un costo de
producción que nos puede sacar de competencia.
Un elemento clave
que nos preocupa por todas las implicaciones que tiene como sociedad y para
nuestras inversiones es el de la seguridad ciudadana. Nuestro país todavía
cuenta con mejores índices de seguridad que otros países de la región. Es un
clima que debemos preservar, incrementar y mejorar.
Creemos que en la medida en que podamos
mejorar la calidad de la educación, incrementar significativamente las
condiciones que favorezcan la generación de empleos formales y de calidad y
brindar seguridad jurídica al sector empresarial, estaremos contribuyendo a
incrementar factores que inciden en la seguridad ciudadana en República
Dominicana, resguardando así vidas y propiedades, y generando una mayor
confianza en el clima de inversión.
En estos días nos
hemos enfrentado a un terrible suceso de acumulación de basura orgánica e
inorgánica en las orillas del mar de nuestra capital, que no sólo ha lesionado
nuestra imagen internacional como destino turístico, sino también que ha puesto
en evidencia la necesidad imperiosa de hacer frente al manejo adecuado de
nuestros residuos sólidos.
Valoramos el
esfuerzo realizado por la Alcaldía del Distrito y el Ministerio de Obras Públicas
para con el apoyo de muchos empresarios y voluntarios, limpiar en tiempo record
los desechos acumulados en nuestro hermoso malecón. Pero este hecho vergonzoso
podría repetirse muchas veces sino hacemos un esfuerzo conjunto de todos los
sectores de la vida nacional, poder ejecutivo, ayuntamientos, industriales,
comerciantes, empresarios y ciudadanos, para lograr una cadena logística que
fomente las 3 Rs: Reducción, reúso y reciclaje de los desechos sólidos.
La AIRD y las
industrias de plásticos, de productos de consumo masivo y de construcción del
país, hemos venido trabajando en la promoción de la economía circular la cual se basa en un nuevo modelo de
sociedad que utilice y optimice los materiales y residuos, dándoles una segunda
vida y ahorrando así importantes divisas para el país.
Para lograrlo necesitamos
impulsar una cultura de manejo adecuado de los residuos, la cual se basa sobre
todo en la educación ciudadana y en el establecimiento de políticas de
separación de residuos, de funcionamiento eficiente y claridad de roles de las
instituciones que intervienen en la recolección, de centros de acopio y de
incentivos e inversión de las empresas en reciclaje e innovación. No ganamos
nada con prohibir el consumo de productos ya que todo material genera residuos.
Lo importante es entender que esto que hoy llamamos residuos puede ser
utilizado como materia prima, creando así un círculo virtuoso en favor de la
sostenibilidad ambiental.
Abogamos por la
promoción de una economía verde como lo están haciendo economías avanzadas y generar
empleos verdes y decentes que contribuyan de manera significativa con la
mitigación del cambio climático y la adaptación al mismo. Se trata pues, no
sólo de responsabilidad social sino también de impulsar un nuevo modelo de
negocios. Se trata de un verdadero compromiso por el desarrollo sostenible de
nuestro país. Un compromiso que, como industriales, hemos decidido adoptar.
Políticas industriales para una nueva era industrial
Ciertamente, la
industria nacional es orgullo de cada dominicano. En cada rincón del país el
ingenio, el afán transformador, la capacidad emprendedora se manifiesta. Las
hay desde quienes transforman materia prima mediante métodos artesanales hasta
aquellas que avanzan por los caminos de la industria 4.0, de la cuarta
revolución industrial.
Encadenamientos productivos, empleo de mano de obra, bienestar en comunidades y ciudades, preocupación por procesos ambientalmente sostenibles, esfuerzo en el enlace con las universidades, cumplimiento de las obligaciones fiscales, lucha por la competitividad internacional, esfuerzos por superar condiciones adversas –internas y externas- es el panorama del sector. El sector industrial es un sector de grandes hombres y mujeres, todos campeones.
Los industriales no estamos solos. La inversión de capitales junto al trabajo tesonero de empleados y obreros, requiere que el sector público y privado avancen en común acuerdo para permitir que ganemos en lo nacional, que ganemos en lo regional y que ganemos en lo internacional.
Una verdadera
política industrial tiene como uno de sus ejes la creación de oportunidades de
acceso a mercados externos, pero sobre todo de defender nuestra producción y
nuestro mercado. Por eso, es positiva la decisión del presidente Medina de
declarar el presente año el “Año del Fomento de las Exportaciones”, pero se
requiere avanzar en dos direcciones, tanto el buscar mercados externos como en
defender el nuestro. No ganamos nada si duplicamos las exportaciones, pero
importamos 20 veces lo que exportamos.
Mantener latiendo el corazón nacional que es la industria, requiere también favorecer el encadenamiento entre inversión extranjera y la industria manufacturera nacional, priorizando aquellas inversiones provenientes de otros países que asuman como parte de su quehacer el encadenamiento con la producción nacional y que promuevan el desarrollo local, la innovación, la transferencia de conocimiento, el valor agregado y el ahorro de divisas.
El desarrollo industrial necesita contar con una estructura fiscal y procedimientos administrativos que favorezcan encadenamientos entre dos industrias, entre el turismo y la industria, la industria y las zonas francas y el campo y la industria, eliminando la excesiva burocracia y desconfianza de las autoridades, que ha traído consigo un incentivo a la importación y un sesgo contra los productos nacionales. Se requiere también de políticas de compras gubernamentales que tomen en cuenta el desarrollo productivo local.
Debemos preparar nuestro capital humano para la industria 4.0, para los desafíos de una época de velocidad en la innovación tecnológica. La inversión en I+D es un reto permanente y la alianza universidad-empresa-gobierno se hace más imprescindible hoy más que nunca.
Este corazón que
es la industria late y el Estado y sus instituciones están llamadas a favorecer
sus latidos a las pequeñas, medianas y grandes industrias dominicanas en cualquier
decisión gubernamental. Pues lo que producimos aquí produce empleos aquí,
genera impuestos aquí, mueve la economía de aquí y ahorra divisas a nuestro
país.
Señoras y señores,
La industria nacional es orgullo dominicano. Es también, el motor que puede profundizar los cambios económicos y sociales que necesitamos. Impulsemos más y más las exportaciones sin abandonar el mercado local. Mantengamos nuestra pasión por nuestro país.
Este motor necesita ser conducido por el sector público y privado en conjunto, de modo que podamos mantenernos en el carril del desarrollo sostenible de la nación.
Industrializar más y más el país es una decisión ganadora. Trabajemos todos juntos para que este corazón que es la industria siga latiendo con fuerza, inyectado vida a los más diversos sectores de la economía y la sociedad dominicana.
Los industriales creemos en el desarrollo de la República Dominicana, en la productividad, la competitividad y la transparencia. Somos una industria que se rige por principios y valores, que apuesta al desarrollo sostenible del país. Cumplidora de las normas, promotora del libre mercado, defensora de la igualdad de oportunidades en el ámbito laboral, respetuosa de sus colaboradores y consumidores, y celosa de su comunidad y del medioambiente.
Quiero concluir citando a Víctor Hugo: “El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad”. Los industriales somos hombres y mujeres de corazón valiente, conscientes de las oportunidades que brinda nuestro país.
Muchas gracias.
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