Angel
Gurría
Secretario general de la Organización
para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).
PARÍS – Mediante la
evaluación de capacidades y conocimientos de los alumnos en los sistemas
educativos con mejor desempeño y más rápida mejora, el Programa para la
Evaluación Internacional de Alumnos (PISA), de la OCDE, ofrece valiosas
opciones de reforma educativa e información sobre cómo implementarlas. El
sistema PISA es un foro donde funcionarios, educadores e investigadores de todo
el mundo debaten qué conocimientos necesitan los estudiantes para convertirse
en ciudadanos responsables y exitosos en el mundo de hoy, y cómo desarrollar
sistemas educativos más eficaces e inclusivos.
Hay quien dice que los
resultados de la evaluación PISA no son significativos, porque se basan en un
conjunto de factores demasiado amplio; otros también señalan lo difícil que es
evaluar a estudiantes con idiomas y trasfondos culturales distintos. Pero,
aunque está claro que una comparación internacional de la educación conlleva
desafíos, la evaluación PISA sigue siendo la herramienta más útil con que
cuentan las autoridades que quieren mejorar los sistemas educativos de sus
países.
Antes de las pruebas
PISA, muchos Gobiernos podían decir que sus sistemas educativos eran los más
exitosos del mundo y que, si alguna falencia tenían, ya se habían tomado las
medidas necesarias para resolverla. Pero la evaluación PISA expone los puntos
débiles de los sistemas de cada país y, de ese modo, ayuda a asegurar que las
autoridades reconozcan (y, en lo posible, resuelvan) las deficiencias
pendientes.
Las pruebas PISA
fomentan en gobernantes y ministros de educación de todo el mundo un sentido de
responsabilidad que los mueve a la acción y los alienta a intercambiar
información sobre el modo de aplicar innovaciones en los programas de estudio,
la pedagogía y los recursos digitales, ofrecer experiencias de aprendizaje
personalizadas que maximicen las posibilidades de éxito de cada alumno, y hacer
frente a la diversidad en el aula.
Las pruebas PISA de la
OCDE son internacionales porque, en el mundo globalizado moderno, los
estudiantes deben ser capaces de colaborar con personas de distintas culturas y
apreciar ideas, perspectivas y valores diferentes. Para tener las mejores
probabilidades de éxito en la vida, deben recibir una educación que los prepare
para enfrentar cuestiones que trascienden las fronteras nacionales.
Pero los resultados más
importantes de la evaluación PISA se ven en el nivel nacional, porque alienta
la innovación y amplía las perspectivas educativas dentro de cada país.
Sistemas educativos tan diversos como los de Finlandia, Japón, China y Canadá
(que antes apenas concitaban la atención de los políticos) hoy se han
convertido en modelos de excelencia educativa internacionales que ayudan a
otros países a diseñar reformas eficaces.
Cuando Brasil obtuvo los
peores resultados en la primera evaluación PISA, publicada en el 2000, muchos
cuestionaron, y con razón, si era justo comparar los sistemas educativos de
economías emergentes con los de países avanzados como Finlandia y Japón. Pero
Brasil aceptó el reto y destinó cuantiosas inversiones a mejorar la calidad de
la enseñanza. Ahora puede alardear de contar con uno de los sistemas educativos
del mundo que más rápido mejora.
Otro país que se destacó
en las pruebas PISA 2000 fue Alemania, que obtuvo un desempeño inferior al
promedio y mostró grandes inequidades sociales en educación. Esto provocó la
sorpresa de los alemanes y dio inicio a varios meses de debate público. El
Gobierno alemán, movido a actuar, lanzó iniciativas para ayudar a alumnos
inmigrantes y desfavorecidos, e hizo de la idea de educación infantil temprana
una fuerza rectora de la política educativa alemana. Hoy, los informes PISA
confirman que la calidad y la equidad del sistema educativo alemán han mejorado
considerablemente.
Incluso en los sistemas
educativos con mejores resultados, la evaluación PISA ayuda a individualizar
áreas donde es posible mejorar. Por ejemplo, en Japón reveló que, si bien los
alumnos sobresalen en reproducir lo que han aprendido, suelen tener problemas
cuando se les pide extrapolar ese conocimiento y aplicarlo creativamente. Esto
inspiró la creación de entornos de aprendizaje más innovadores, como quedó de
manifiesto en abril pasado durante una visita a las escuelas de la región de
Tohoku destruidas por el tsunami del 2011.
De esta experiencia
puede extraerse todavía una lección más: aun cuando el estilo educativo de un
país parezca depender, sobre todo, de factores socioculturales, se pueden hacer
mejoras. Países como Japón no necesitan cambios culturales para resolver sus
falencias educativas, sino simplemente ajustar políticas y prácticas.
Desde que la iniciativa
PISA se concibió, a finales de los años noventa, su aspiración ha sido crear
una plataforma global para la colaboración en investigación e innovación
educativa. Con el tiempo, el trabajo conjunto de autoridades, investigadores y
expertos creó la red profesional más grande del mundo dedicada a desarrollar
información sólida, confiable e internacionalmente comparable sobre los
resultados de aprendizaje de los alumnos.
La evaluación PISA
también mide las habilidades y actitudes socioemocionales de los alumnos en
relación con el aprendizaje, así como la equidad del sistema educativo y el
apoyo de los padres. Todo esto provee un contexto indispensable para
interpretar los puntajes obtenidos en las pruebas internacionales.
De más está decir que
las evaluaciones no cubren todas las habilidades o actitudes importantes. Pero
hay evidencia convincente que señala que los conocimientos y habilidades
evaluados por el sistema PISA son esenciales para el éxito futuro de los
alumnos, y la OCDE trabaja todo el tiempo para ampliar el conjunto de
habilidades cognitivas y sociales que miden las pruebas.
La iniciativa PISA ya
fue un punto de partida de importantes avances educativos en todo el mundo. La
OCDE seguirá trabajando con los 80 países participantes en desarrollar todavía
más el programa, para que siga ayudando a funcionarios y educadores a diseñar e
implementar mejores políticas educativas, y dar a sus ciudadanos acceso a las
herramientas que necesitan para forjar vidas mejores.
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