Jesús Martín
Presidente Director
Yale Executive
(Editorial)
Los medios de
comunicación apenas reflejan la política que discurre sobre la superficie, una
parte sustancial de la misma jamás sale a la luz. Los políticos son reptiles
que saben arrastrarse en el lodo, incluso sobrevolar el suelo para, cuando el
asunto de verdad importa, ocultarse bajo
la tierra astutamente en un cavernario de pasillos y negociar los verdaderos entresijos,
aquellos que, por encima del interés público, componen lo privado y lo
partidista al servicio de los liderazgos. Obviar esto, en un ejercicio de
generalización con escasas excepciones, es ingenuo; incluso más allá, tan necio
como ignorar que el proceder parlamentario en las cámaras legislativas es la
dramatización de la democracia Dinero, favores, deudas cobradas o por cobrar, intereses,
ambiciones y, sobre todo, el poder subyacente son los que definen la política
de reptiles, la que verdaderamente importa en las trastiendas, en los
depósitos, en la supremacía y pujanza acaudilladas, en el control y la
jurisdicción, en la falsa virilidad del privilegio.
Si alguna vez saliera a
la luz una décima parte de este mundo pérfido a la ideología y servil al
dinero, no solo sabríamos quién mató a Kennedy o por qué en el congreso de su
país, estimado lector, se tomaron decisiones oscuras y se respaldaron
resoluciones insensatas; también conoceríamos las segundas intenciones, móviles
inconfesables, patrocinios millonarios y hasta el funcionamiento del cerebro de
Frankenstein.
La política, sedosa y
turbia, vive en un escenario de asamblea punk que contemplamos cotidianamente en
el teatro de los medios. Ya ninguna corbata es uniforme de decencia.
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