CINCO
RETOS DE LA INDUSTRIA DOMINICANA
PARA
ALCANZAR EL DESARROLLO SOSTENIBLE
Por: Dr. Julio A. Brache Arzeno
Excelentísimo Señor
Lic. Danilo Medina
Presidente Constitucional de la República Dominicana
Excelentísima Señora
Dra. Margarita Cedeño de Fernández
Vicepresidenta Constitucional de la República Dominicana
Señor
Lic. Campos De Moya
Presidente
Asociación de Industrias de la República Dominicana
Distinguidos Miembros de la Mesa Principal
Apreciados Empresarios
Señoras y Señores
Agradezco de todo corazón
la invitación que ustedes me han hecho para participar como orador en este
almuerzo dentro del marco de la celebración del 54 aniversario de nuestra
Asociación de Industrias de la República Dominicana.
Es un honor que valoro mucho
pues hace ya más de medio siglo que nuestra empresa ha venido participando en
las importantes actividades de esta institución que ha tenido por norte no solo
la defensa de los intereses empresariales, sino también el compromiso con el
desarrollo del país.
Hablaremos de Cinco retos de la industria dominicana para
alcanzar el desarrollo sostenible. Lo hago complacido porque si algo ha
caracterizado mi carrera empresarial y la historia de nuestra empresa ello ha
sido la constante superación de retos y obstáculos en escenarios cambiantes,
tanto nacionales como internacionales.
Espero, por ello, que mis
palabras sirvan de estímulo tanto a los jóvenes industriales que comienzan sus
carreras o continúan con los negocios de sus progenitores, así como a los empresarios
industriales más maduros (muchos, aquí presentes) que han sabido luchar contra
viento y marea para desarrollar sus empresas, poniendo a disposición del
público productos de buena calidad a precios competitivos.
Por eso deseo compartir con
ustedes una anécdota personal y, de entre las muchas posibles, pienso que
podría interesarles escuchar cómo nos iniciamos en el negocio de la leche, algo
inesperado para mí pues en mi juventud yo no pensaba en otra cosa aparte de ser
un médico cirujano de profesión.
Mi vida profesional comenzó
a cambiar a raíz de un viaje que hice en 1960 a Río San Juan en el cual se me
ocurrió comprar seis vacas al ganadero Miguel Balbuena, las cuales tuve que
alojar en la finca de Don Cucho Álvarez Pina, el abuelo de mi querida esposa
Elsa. Esa finca colindaba con la carretera que lleva a San Cristóbal y, como
por allí transitaba “el Jefe”, Don Cucho me dijo “yo te presto la finca
para que pongas tus vacas pero tienes que tener una buena cerca porque yo no
quiero que un animal de esos se salga y haya un accidente, porque ahí si se nos
pone la cosa fea”.
Como era de esperar, las
vacas empezaron producir leche, la cual buscaba en bidones hasta nuestra casa,
y desde allí Elsa la distribuía de puerta en puerta con un ayudante en el
vecindario. Su fórmula de mercadeo era: “compre ahora y pague después”.
No tengo que decir que nos
entusiasmamos rápidamente con el negocio y con la ganadería. Por ello, tan
pronto nuestros ingresos nos lo permitieron, compramos una finca en Villa Mella
en donde empezamos a criar ganado lechero. También compramos un triciclo para
expandir la distribución más allá del vecindario.
El negocio iba bien hasta
que estalló la guerra civil en 1965. Ahí apareció nuestro primer reto: la cosa
se puso difícil y empezó a sobrar leche. Entonces a Elsa se le ocurrió
aprovechar esos sobrantes y aprendió de inmediato a hacer quesos que también
vendía en el vecindario.
Para entonces, ya yo tenía
contactos con otros ganaderos y con ellos hablaba ocasionalmente de crear una
empresa pasteurizadora de leche pues la que entonces existía, la Central de
Lechera, no daba abasto en la capital y, además, nos pagaba muy lentamente a
los suplidores. Yo pensaba que integrándonos verticalmente mejoraríamos nuestro
negocio.
Primero pensamos en
asociarnos en una cooperativa, pero cuando vi que ese esquema no funcionaba retiré
mi inversión y me dediqué con otros amigos ganaderos a constituir una compañía
por acciones que se llamó, y todavía se llama, Pasteurizadora Rica.
Si alguien me hubiera dicho
entonces que la empresa crecería tan rápidamente hasta obligarme a abandonar la
medicina en 1971 para ocuparme de su administración, yo no lo hubiera creído.
Pero así fue, y tuve que
hacerlo para enfrentar muchos desafíos y obstáculos que no voy a mencionar
ahora para no alargar demasiado este discurso, pues debo empezar a hablar de
los temas que me han propuesto desarrollar a continuación, esto es, cinco de
los varios retos que tiene la industria dominicana hoy para alcanzar el
desarrollo sostenible.
A mi modo de ver, esos
retos son los siguientes:
Primero, el reto
generacional y tecnológico; segundo, el reto de la gobernanza corporativa; tercero,
el reto de la apertura de los mercados; cuarto, el reto exportador; y, quinto,
el reto del marco institucional.
Hay muchos retos más, pero
creo que estos resumen varios de los desafíos más urgentes que confronta el
sector industrial hoy. Veamos:
EL RETO GENERACIONAL Y
TECNOLÓGICO:
La industria dominicana,
cuando se la compara con la de los países desarrollados, es una industria joven
de menos de seis décadas porque casi todas las industrias dominicanas son
posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Antes de ese período, las
pocas industrias importantes existentes eran los ingenios azucareros, una
fábrica de fósforos, una de jabón, una de pastas alimenticias, una cervecería,
varias fábricas de cigarros y cigarrillos, algunos aserraderos y unas pocas plantas
de bebidas carbonatadas. Las demás llamadas industrias eran apenas talleres
artesanales de pocos empleados y muy baja inversión.
Esto quiere decir que
muchos de los que estamos aquí esta tarde hemos visto nacer y crecer más del 90
por ciento de la planta industrial dominicana, pues la mayor parte de las
empresas que existen hoy nacieron en fecha muy posterior a la Era de Trujillo. Casi
todas son de sustitución de importación, aparte de las existentes en las zonas
francas que ensamblan productos para la exportación.
Pues bien, la mayoría de
esas empresas fueron creadas y levantadas por una generación que ya está en
camino de ceder su puesto a otros más jóvenes que deben llevar los negocios
hacia nuevos horizontes.
Veo con mucha complacencia
que muchos de nuestros principales empresarios industriales entendieron
temprano que sus hijos, sobrinos y parientes más jóvenes debían estudiar
negocios, finanzas y tecnologías para sustituir a los fundadores cuando llegara
la hora.
Creo que si algo
caracteriza a muchas familias industriales dominicanas es tener clara
conciencia del valor y utilidad de la educación para formar los recursos
humanos, dentro de la familia, que harán posible el relevo generacional. Las
que han podido han enviado sus hijos al exterior a formarse en buenas
universidades.
Otras han aprovechado los
programas universitarios existentes en el país y las escuelas de negocios
especializadas para entrenar a los cuadros más jóvenes.
Las que no lo han hecho, o
están tardando mucho en hacerlo, están padeciendo de atraso gerencial o
tecnológico, y están viendo las señales de que su desarrollo está dejando de
ser sostenible a medida que sus competidores se modernizan se hacen más
competitivos.
El reto generacional es un
desafío presente y muy visible. La empresa que desee mantenerse en el escenario
económico del país está obligada a educar, capacitar y entrenar a sus cuadros
más jóvenes, sean éstos parientes de sus fundadores o no.
EL RETO DE LA GOBERNANZA
CORPORATIVA:
Relacionado con el
anterior, este es también uno de los temas a enfrentar que tiene la industria
dominicana por delante, pues en la medida en que las empresas van creciendo y
las necesidades de capital van obligándolas a buscar inversionistas externos,
en esa misma medida se hace cada vez más necesario establecer mejores y más
transparentes normas de administración con mayor reparto de responsabilidades
gerenciales y administrativas.
Hace cincuenta años, cuando
la moderna planta industrial dominicana comenzaba a desarrollarse, casi la totalidad
de las empresas eran unipersonales o unifamiliares. Aunque casi todas tenían
una estructura legal de compañías por acciones, lo cierto era que las
decisiones las adoptaban el dueño o los pocos dueños sin tener que realizar
muchas consultas.
Eso ha ido cambiando, pero
tal vez no con suficiente rapidez como para decir que la industria dominicana se
maneja hoy con los protocolos existentes en los países más desarrollados.
Obstaculiza ese cambio la
escasa legislación normativa del país, derivada del hecho de que la mayoría de
las industrias dominicanas son empresas familiares, lo cual ha contribuido a
que no se haya desarrollado un mercado de valores que permita la libre entrada
y salida de los inversionistas a los capitales de las empresas.
Tal vez estoy diciendo algo
que inquiete a algunos de los presentes que, con todo derecho, no desearían
darle entrada a sus negocios a inversionistas anónimos, pero debo señalar que
una de las cosas que ha permitido la expansión del capitalismo (en el cual
creemos todos los aquí presentes), ha sido la posibilidad de contribuir al
crecimiento de las empresas por vía de la capitalización abierta mediante la
oferta de acciones a los que deseen participar en el mercado y sean aceptados
por los empresarios.
A mí me parece que las
empresas industriales dominicanas están abocadas, al igual que ha ocurrido ya
con los bancos y demás instituciones financieras, a involucrarse en un proceso
de reorganización de sus estructuras de dirección para ir moviéndose hacia el gobierno
corporativo de las mismas.
La experiencia muestra que los
gobiernos corporativos tienden a hacer más transparentes las operaciones y hacen
más atractivas a nuevos inversionistas a las empresas, necesitadas de capital.
Quiero pensar que esas transformaciones
llegarán muy pronto. Y las mismas solo serán posibles siempre que exista un
marco legal e institucional adecuado para ello. De eso hablaremos un poco más
adelante.
EL RETO DE LA APERTURA DE
LOS MERCADOS:
Aunque a algunos nos
resulte embarazoso debemos reconocer que la industria dominicana, en general,
ha sido una industria protegida. Por ejemplo, casi nadie recuerda que los
ingenios azucareros que nacieron a finales del siglo 19 lo hicieron protegidos
por una serie de leyes de franquicias agrarias.
Algunos de ustedes sí deben
recordar que las principales industrias creadas durante la Era de Trujillo
surgieron bajo el amparo de los llamados contratos de concesiones especiales
con el Estado.
Más adelante, a partir de
la promulgación de la Ley No. 4, promulgada por el Triunvirato, muchas nuevas
empresas de sustitución de importación gozaron de una alta protección que fue
ratificada y expandida, luego, por la Ley de Incentivo y Protección Industrial
No. 299, promulgada en 1968.
Reconozcamos, pues, que
muchas de las más importantes industrias nacionales son hijas de esas leyes o
de otros esquemas de protección arancelaria y no arancelaria.
¿A dónde quiero yo llegar recordando
esas raíces de nuestro moderno desarrollo industrial?
Pues, sencillamente, a que
las cosas han estado cambiando desde las reformas de los años 90 del siglo
pasado cuando se desmontaron muchos esquemas de protección arancelaria, y ya
sabemos cómo los industriales tuvimos que reinventarnos y transformarnos para
sobrevivir a la avalancha de productos importados que siguió a continuación.
Esa experiencia, a la que,
por suerte, sobrevivimos la mayoría, nos dice que en la medida en que la
globalización se ha ido acentuando, y los mercados han ido abriéndose, será
cada vez más difícil para las industrias maduras contar con la protección
fiscal para incentivar su crecimiento.
Por lo tanto, la industria
dominicana tiene hoy ante sí el gran reto de la apertura de los mercados dentro
de unos esquemas arancelarios que si algo prometen es mayor competencia
internacional y mayor competencia en el frente interno.
Ante ese reto de la
apertura de los mercados, entonces, ¿qué hacer? La respuesta es: enfrentar el
reto exportador.
EL RETO EXPORTADOR:
Para hablar de este tema
permítanme volver a mis comienzos como industrial. En aquellos tempranos años
el país vivía dentro de cierta estabilidad cambiaria. Había fluctuaciones en el
valor de la moneda, pero pequeñas y, como todos ustedes recuerdan, los márgenes
eran igualmente pequeños. Un dólar, cuando se ponía caro, costaba un peso con
cinco centavos. ¡Un peso con cinco
centavos! No cuarenta y seis pesos como ocurre hoy día.
Sin entrar a explicar las
causas de la continua depreciación monetaria que todos aquí conocemos, sí podemos
decir que este medio siglo ha sido un período de continuos y obligados ajustes
de costos y, hay que decirlo también, de muchos dolores de cabeza.
La caída del peso han
llevado a las empresas dominicanas a enfrentar la devaluación por la vía del aumento
de los precios y eso ha costado también numerosas mortificaciones a nuestras
autoridades monetarias desde el 1966 hasta la fecha.
El resultado ha sido, como
todos sabemos, una espiral inflacionaria que las autoridades han tratado de
controlar en base a grandes sacrificios.
Por eso la pregunta que
algunos se hacen es: ¿hasta cuándo pueden resistir las empresas el ir aumentando
sus precios para cubrir sus costos crecientes sin quedar fuera del mercado?
Aunque no tenemos una
respuesta a esa pregunta que aplique a todas las industrias, sí creemos que
para muchas la lección es clara: hay que producir dólares.
Cuando en el país
teníamos un tipo de cambio estable, Rica se contentaba con el mercado interno e
importaba sin mayores problemas el concentrado de algunos de sus jugos y otras
materias primas. Pero, luego, con la creciente depreciación de la moneda, se
hizo cada vez más evidente de que teníamos que buscar mercados en el exterior.
No somos los únicos que
hemos enfrentado ese reto de esa manera. Cientos de productores industriales y
agropecuarios han aprendido la lección y han ido convirtiéndose en
exportadores.
Unos envían sus productos
hacia Haití, otros hacia las islas del Caribe, y otros más exportan hacia
Estados Unidos y Centroamérica aprovechando los tratados de libre comercio. Más
todavía, tenemos también empresarios que se han volcado hacia las zonas
francas, cosa impensable hace treinta años.
¿Qué significa esto?
Pues, que muchos
empresarios han descubierto que exportar ayuda a enfrentar la devaluación y
protege de la inflación. El Estado también lo ve así y por ello ha insistido
durante años en que aprovechemos los servicios del Centro de Exportación e
Inversión de la República Dominicana (CEI-RD, antiguo CEDOPEX).
Durante varias décadas
exportar fue una tarea muy difícil debido a las numerosas trabas
administrativas que existían, las cuales han ido desapareciendo, aunque todavía
quedan algunas.
Obstaculizaba también las
exportaciones el hecho de que en ciertos periodos el país tenía una tasa de
cambio sobrevaluada que encarecía nuestros productos en el exterior. Ambos
obstáculos han venido cediendo y reconocemos que ahora es posible exportar con
mayor facilidad y mayor rentabilidad que hace quince o veinte años.
Con todo, exportar sigue
siendo un reto. Los grandes países que compran nuestros productos todavía
mantienen barreras arancelarias y no arancelarias a través de sus controles
sanitarios o de las cuotas que limitan la entrada de nuestros productos.
Por ello creo que el
sector privado no puede enfrentar solo este reto. El Estado debe venir en
apoyo.
Conviene al Estado que la
República Dominicana amplíe sus exportaciones. Esta debería ser la gran meta
nacional: que la economía nacional sea una economía fundamentalmente
exportadora.
Los industriales y demás
empresarios estamos haciendo nuestra parte. Necesitamos, señor Presidente, de
mayor apoyo estatal para reconvertir la economía y la industria nacional, y
hacer que de importadores netos nos convirtamos en una nación de exportadores.
Es largo el camino, lo
sabemos, pero ya hemos comenzado. Ahora tenemos que diseñar un programa de
incentivo a las exportaciones similar al que hizo posible la creación de una
planta industrial de sustitución de importaciones hace cuatro décadas. Pero
para ello, creo yo, tenemos que enfrentar juntos lo que aquí, en la Asociación
de Industrias, llamamos el reto del marco institucional
EL
RETO DEL MARCO INSTITUCIONAL:
Señor Presidente, señoras
y señores:
Para que una
política industrial sea eficaz debe tener un marco institucional fuerte y
estable que brinde seguridad jurídica a las inversiones y que facilite el
crecimiento de la industria dominicana. Ese marco institucional es una
responsabilidad fundamental de los gobiernos y debe ser apoyado con propuestas
y planteamientos del sector privado.
Este reto es, por
lo tanto, un reto fundamentalmente gubernamental, en el que nosotros, como
sector privado, estamos obligados a realizar nuestros aportes, a plantear
nuestras necesidades y a revelar las condiciones de competitividad en las que
estamos inmersos.
El Estado no es el
principal jugador en los negocios, pero es quien define con claridad las
condiciones y reglas de juego al interior del país y quien negocia, en nombre
del país y de sus sectores productivos, las reglas que tienen que ver con la
competencia internacional.
Sin el apoyo de los
gobiernos la reindustrialización a la que aspiramos es imposible. Son los
gobiernos los que pueden disminuir las trabas burocráticas que entorpecen muchos
procesos de la industria.
Es desde los
gobiernos que se pueden tomar medidas para abaratar el financiamiento y
fortalecer los incentivos a la investigación y al desarrollo. Es desde los gobiernos desde donde se pueden
tomar iniciativas como reducir los impuestos a los combustibles tradicionales o
incentivar aún más el uso de energía y combustibles alternativos.
Es desde los gobiernos desde donde se pueden
mejorar considerablemente las condiciones para hacer negocios.
Por ello,
aprovecho esta tribuna frente al Presidente de la República y las demás autoridades
presentes para motivarlos a que contribuyan a establecer en el país una nueva
política industrial que nos permita hacer los cambios estructurales que
necesita el sector para continuar su contribución al desarrollo del país.
Amigos y amigas:
Soy de los que
piensan que cada actor debe jugar su rol. Y estoy consciente de que, para que
un país pueda contar con instituciones fuertes, es necesario fortalecer el
liderazgo político y empresarial, y potenciar ambos hacia el crecimiento
continuo de nuestra nación.
Un liderazgo
político y empresarial que catapulte al país hacia la transformación nacional,
el fortalecimiento de las actividades productivas, las nuevas tecnologías, reforzando
las capacidades de gestión de políticas industriales y fortaleciendo cada día más
el dialogo público-privado.
Queridos Industriales:
Los retos que
hemos descrito no son los únicos que confronta hoy el sector industrial
dominicano. Hay otros, tal vez de mayor envergadura,
como la necesidad que tenemos de contar con un sistema eléctrico bien
coordinado y confiable que nos permita competir en igualdad de condiciones con
aquellos países con quienes hemos firmado tratados comerciales.
Pero como el tiempo disponible para estas palabras
está terminando, solo me resta exhortar a todos los industriales nacionales a
continuar modernizando sus empresas, orientando su mirada hacia los mercados
exteriores y no descuidar el ejercicio de la responsabilidad social empresarial
que, como sabemos todos, es también uno de los pilares del desarrollo
sostenible.
Muchas gracias
Noviembre 17 del 2016
Santo Domingo, D. N.
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