miércoles, 25 de diciembre de 2013

Red-formando/ La ansiedad como prisión



Este texto ha sido tomado y editado del libro de Socorro Morales: Mujeres emocionalmente prisioneras, el cual recomendamos.

La ansiedad como prisión
Socorro Morales

Hoy la ansiedad es una epidemia. No es malo estar ansioso, pero sí es importante que confrontemos las dificultades y no permitamos que nos encierren. La Biblia se refiere a la ansiedad como afanes, lo que es sinónimo de intranquilidad, y esto es contrario a la paz. Ansiedad es temor, aprensión e incertidumbre ocasionados por eventos del pasado, por situaciones en el presente o posibilidades futuras. Se provoca cuando llegamos a ser vulnerables a lo que no podemos controlar.

Dios no creó la ansiedad. El ordenó que viviéramos confiadas. En el sermón del monte en San Mateo 6:25/27, Jesús dijo, dos veces: ¡No os afanéis!, y nos confronta con la pregunta: ¿Por qué se afanan? El Padre celestial sabe que tenemos necesidades y él suplirá todo lo que necesitamos. Él es el príncipe de Paz.

La ansiedad es una prisión porque:

1.       Divide nuestra mente. Es una distracción que nos arrastra en dos sentidos opuestos y nos impide enfocarnos debidamente en asuntos importantes.
2.       La pasión de la ansiedad disminuye nuestra productividad. Ella se convierte en un impedimento porque no tenemos la suficiente energía.
3.      Afecta nuestras relaciones interpersonales. No somos nosotras mismas si actuamos con ansiedad, amén de que contagiamos a todos los que nos rodean. La ansiedad está muy ligada al temor. Si nos acostumbramos a vivir de acuerdo a nuestros sentimientos, las emociones se impondrán, llevándonos a tomar decisiones equivocadas y nos robarán el gozo y la paz de Dios.
4.      Afecta nuestra salud.

Echando toda ansiedad
“Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7).

Debemos echar todas nuestras ansiedades sobre el Señor porque Él tiene cuidado de nosotras. Partiendo de esa recomendación, quisiera compartir los siguientes consejos, los cuales no son limitativos:

1.       Llevar nuestros problemas a Dios. Todo lo que nos produzca ansiedad es motivo de oración. El primer paso para salir de la prisión de la ansiedad consiste en reconocer delante de Dios nuestros temores.
2.       Cambiar nuestra actitud. La ansiedad se combate con una nueva actitud. La actitud es la perspectiva que tenemos sobre la vida. Muchas veces arrastramos problemas por largo tiempo, nos acostumbramos al dolor y terminamos levantando muros emocionales alrededor de nosotras mismas.
3.      Llevar una actitud de agradecimiento. Si nos acercamos a Dios con dudas no estaremos agradecidas, pero al reconocer que Dios participa activamente en nosotras, las razones por la que debemos alabarlo serán más evidentes. Entregue sus preocupaciones a Dios, comience a construir puentes de paz. Lea Filipenses 4:4-7.
4.      Reconocer que la ansiedad es una batalla de fe. Debemos creer que Dios reemplazará nuestras ansiedades por su paz inefable, siempre que la llevemos delante de él. Si entregamos nuestras inquietudes en sus manos y confiamos en que su Espíritu Santo nos acompañará en medio de nuestros temores e incertidumbres, Él guardará nuestros corazones y nuestro entendimiento en Cristo Jesús.
5.      Acercarnos a su presencia con una triple condición: saber que el Señor nos ama incondicionalmente; reconocer que Él tiene el poder para ayudarnos en cualquier circunstancias; seguridad en su Palabra (Él ha prometido liberarnos de nuestras preocupaciones, por lo que podemos confiar en que cumplirá su promesa).






No hay comentarios:

Publicar un comentario