Más
allá de la educación para todos
Por
José Joaquín Brunner
Sean
las que sean, éstas debiesen ir un paso más allá de las metas de Educación para
Todos (EPT), hacia las cuales las sociedades nacionales de la región -y sus
diversos grupos internos de clase, etnia, género y localización- han avanzado
desigualmente [1]. Se trata de avances disímiles que, a su vez, han sido
principalmente de acceso a, participación en, y cobertura cuantitativa de la
educación en los niveles pre-primario, primario, secundario y terciario.
Lo que se requiere
ahora es algo mucho más difícil de lograr. Se
trata de transformar la experiencia educativa -especialmente la de los niños y
jóvenes provenientes de los sectores de menores recursos- en un proceso que por
un lado compense las desigualdades de origen socioeconómico y cultural y, por
el otro, los prepare para aprender a lo largo de la vida y así poder ejercer
roles adultos en un medioambiente caracterizado por el cambio continuo, la
inseguridad y la presión productiva.
La expansión de las
oportunidades educacionales en América Latina no ha servido hasta ahora para compensar las desigualdades de origen
socioeconómico y cultural. Si bien es cierto, hoy en día millones de niños
y jóvenes antes excluidos de la educación ingresan al proceso formativo K-12
(término que engloba la educación preescolar, primaria y secundaria), en
promedio una mitad no lo completa y la otra mitad sigue trayectorias altamente
disímiles desde el punto de vista de la calidad formativa. En efecto, entre
quienes completan la educación secundaria -condición para evitar el riesgo de
caer bajo la línea de la pobreza en América Latina- en promedio, un 50% no ha logrado a los 15 años el
dominio mínimo de las competencias de aprendizaje definidas por la prueba PISA.
En breve, la educación ampliada que hoy se ofrece en
la región más que compensar por las desigualdades de origen tiende a
reproducirlas y con ello a limitar el futuro de la mayoría de los jóvenes.
De hecho, solo una fracción de ellos está en condiciones de acceder a la
educación terciaria. Por lo mismo, la mayoría de los jóvenes -con educación
secundaria de baja calidad o una escolarización aún menor- no se encuentra lo suficientemente preparada para continuar aprendiendo
a lo largo de la vida, integrarse al mundo del trabajo, asumir sus
responsabilidades cívicas y enfrentar las incertidumbres de la vida
contemporánea. Como consecuencia sus expectativas de movilidad social, satisfacción
de necesidades materiales y culturales así como sus deseos de aprovechamiento
de las oportunidades y bienes de la modernidad, se ven frustradas. Un sordo
malestar resulta de estas circunstancias, malestar que tal como ocurre con los
volcanes de la cordillera de Los Andes, hace erupción cada cierto tiempo
tornando inestable el orden político y la convivencia social.
¿Cómo avanzar entonces
a partir del 2015 hacia un horizonte
educativo más equitativo para la población de niños y jóvenes latinoamericanos?
1. Primero que todo debería extenderse, hasta universalizarla,
la educación preescolar. Junto con esto, debiesen desarrollarse programas
de Atención y Educación para la Primera Infancia (AEPI) para los niños y niñas
del 60% de los hogares con menores recursos. Estas iniciativas debiesen contar
con personal profesional altamente calificado e infraestructura y equipamiento
de máxima calidad. Mientras Latinoamérica no logre esta meta, no podrá valerse
de la educación como un medio para compensar por las desigualdades de origen
socioeconómico y cultural. Durante los próximos 15 años ésta debiese ser la
prioridad absoluta de la política pública, la acción del Estado, la inversión
pública y la cooperación con los privados.
2. En seguida, cabe asegurar a todos los niños y jóvenes
latinoamericanos un proceso K-12 que ofrezca a todos una experiencia formativa
conducente al dominio mínimo necesario de las competencias y destrezas básicas
de aprendizaje de acuerdo al estándar internacional diseñado por PISA.
Esto, con independencia de su hogar de origen, clase social, género, etnia o
localización. El desafío es transformar la efectividad y calidad de los
colegios en una real palanca para igualar al máximo posible los resultados del
aprendizaje.
3. Las dos metas
anteriores suponen satisfacer tres requisitos sine qua non: (i) que el sistema
de educación superior provea a la AEPI y al ciclo K-12 del personal docente y directivo calificado para convertir a los colegios
que actualmente tienen un desempeño mediocre o fallido en colegios efectivos
capaces de alcanzar los estándares de aprendizaje propuestos; (ii) que los gobiernos, en conjunto con las sociedades
civiles a nivel nacional y local, cuenten con programas de apoyo para esos colegios que necesitan transformarse,
y (iii) que el gasto público destinado a la educación en América Latina sea
utilizado prioritariamente y con fuertes exigencias en la rendición de cuentas
para cumplir con los objetivos señalados anteriormente. Esta idea apunta a
revertir la situación actual en la que una proporción de los recursos se
destina a los dos quintiles de mayores ingresos, con un fuerte efecto
regresivo.
4. Por último, además
de mejorar drásticamente la formación del personal docente y directivo para los
demás niveles del sistema educacional, es
imprescindible revisar las políticas y metas de la educación terciaria, con
el propósito de cumplir los siguientes tres objetivos:
(i) Desarrollar fuertemente la Educación y
Formación Técnico-Profesional en conexión con las cambiantes necesidades del
sector productivo y con su activa participación y colaboración. De esta
manera se busca reducir la presión que existe sobre la demanda por carreras
profesionales de base académica, larga duración y alto costo;
(ii) Garantizar la mayor disponibilidad de
información posible para orientar la elección de los jóvenes al momento de
ingresar a la educación terciaria. Esta propuesta se orienta a reducir las
altas tasas de deserción, la frustración de expectativas, el derroche de
recursos públicos y privados y el potencial fraude que acarrean consigo
mercados poco transparentes y con fuertes asimetrías de información;
(iii) Fomentar activamente la investigación
educacional tanto con recursos del Estado como por medio de la cooperación
internacional. El trabajo debiese orientarse tanto hacia la solución de
problemas del sistema de AEPI, escolar y terciario como hacia la innovación
pedagógica, de forma tal que las políticas públicas cuenten con evidencia sobre
la cual apoyarse, los docentes con medios de conocimiento para mejorar sus
prácticas y las sociedades nacionales con información y argumentos que les
permitan deliberar y decidir sobre los cursos más propicios para la acción
educacional.
Nota: [1] Este
artículo fue publicado originalmente con el título de Latin America: A
Post-2015 Education Agenda en NORRAG News Nº49 de Octubre del 2013 de Network
for international policies and cooperation in education and training] y
reproducido en español en: http://www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Educacion_Ambiental/Mas_alla_de_la_educacion_para_todos
04/12/13
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