miércoles, 7 de mayo de 2014

Circulo vicioso de la informalidad


El siguiente es un artículo de nuestro amigo Rolando Guzmán, actual rector del INTEC, y quien ha sido por muchos años presidente del Grupo de Consultoría Pareto (del cual ahora soy su director), condición en la cual realizó múltiples investigaciones sobre el mercado laboral dominicano. Es, por lo tanto, una de las voces más autorizadas sobre el tema…

¿Por qué debo yo preocuparme con la informalidad?
Rolando Guzmán / Rector del INTEC

Tres profesores del INTEC, encabezados por el economista Fabricio Gómez Mazara, han finalizado un estudio sobre la informalidad laboral dominicana. El interesante documento me motiva a volver sobre un tópico recurrente en mi agenda de temas profesionales. La incidencia de la informalidad en nuestra economía es harto conocida: los trabajadores informales representan más de 55% de la población ocupada, lo que en valores absolutos equivale a unos 2 millones de personas en esa condición.

La informalidad  engloba muchas cosas distintas, aunque relacionadas: trabajos precarios en unidades productivas pequeñas y de baja productividad,  actividades empresariales  que no cumplen con sus obligaciones tributarias, o trabajadores no cubiertos por  el sistema de seguridad social. Esa condición,  por tanto, es  a la vez refugio de trabajadores sin escolaridad, inmigrantes ilegales y emprendedores que sobreviven cada día con la soga al cuello, pero también de profesionales de altísimo nivel que no reportan sus ingresos al fisco y empresarios inescrupulosos que solo transparentan una parte de sus actividades.  Es por eso que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) prefiere referirse a “economía informal” en vez de hablar de “sector informal”.

Mi intención actual, sin embargo, no es pensar en las causas, sino en las consecuencias de la informalidad.  ¿Cuáles son los efectos de esa situación? ¿Por qué debo preocuparme por ella, más allá de lo obvio? Tal vez la implicación más importante es que la presencia masiva de informalidad pone en peligro el estado de derecho, en la medida en que vulnera el clima de respeto a la ley, legitima la ilegalidad y disminuye el incentivo al cumplimento de las normas.  De hecho, estudios internacionales sugieren una asociación negativa entre los niveles de informalidad y la satisfacción de los ciudadanos con el sistema económico y político de los países latinoamericanos.

Por otra parte,  en la medida en que evade el cumplimiento de la seguridad social, la informalidad vulnera los derechos de muchos trabajadores a los servicios de salud, y erosiona la sustentabilidad de un sistema digno de pensiones.  En el ámbito económico, la informalidad influye en la sustentabilidad fiscal a través de una reducción de la base impositiva, con lo cual se limita el financiamiento para la provisión de servicios públicos. En el estudio de Gómez Mazara y sus coautores, más de la mitad de las empresas encuestadas declaró que no utiliza Números de Comprobante Fiscal (NCF).

La informalidad tiene también efectos negativos sobre la productividad y la competitividad de la economía como un todo. Por ejemplo,  la evasión de impuestos o seguridad social reduce los costos de las empresas que operan con informalidad, lo que entonces les sirve para compensar bajos niveles de productividad y de economías de escala. Esto distorsiona la competencia y permite que empresas ineficientes sobrevivan en el mercado, al costo de lesionar la rentabilidad de las empresas formales. Por otro lado, la condición de informalidad podría constituir un desincentivo al crecimiento de algunas empresas que prefieren operar en pequeña escala a fin de evitar la detección de sus operaciones.

Todo lo anterior destaca  implicaciones negativas, pero como en toda moneda, el fenómeno tiene dos lados. Es preciso decir que, en muchos casos, la opción de la informalidad es la reacción natural frente a un ambiente regulatorio hostil, que hace simplemente intolerable el costo de la formalidad. En esos casos, el camino informal es la única  alternativa al camino que lleva al cementerio, y más que una decisión voluntaria (no quieren ser formales) constituye una necesidad (no pueden ser formales) .

En general, la informalidad conduce a un círculo vicioso de menor calidad del empleo, menor incentivo para la inversión y menor capacidad exportadora del país, entre otros aspectos. En última instancia, si bien la actividad informal puede brindar beneficios de corto plazo a algunas empresas, tales beneficios son  contrarrestados en el mediano y largo plazo por un impacto negativo en el crecimiento económico y la creación de empleos de calidad. La fórmula contra este mal es conocida, pero su aplicación no es trivial.

Ese es otro tema que prefiero, si les parece bien, discutir otro día.  

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