El siguiente es un artículo de nuestro
amigo Rolando Guzmán, actual rector del INTEC, y quien ha sido por muchos años
presidente del Grupo de Consultoría
Pareto (del cual ahora soy su director), condición en la cual realizó
múltiples investigaciones sobre el mercado laboral dominicano. Es, por lo
tanto, una de las voces más autorizadas sobre el tema…
¿Por qué debo yo preocuparme
con la informalidad?
Rolando
Guzmán / Rector del INTEC
Tres
profesores del INTEC, encabezados por el economista Fabricio Gómez Mazara, han
finalizado un estudio sobre la informalidad laboral dominicana. El interesante
documento me motiva a volver sobre un tópico recurrente en mi agenda de temas
profesionales. La incidencia de la informalidad en nuestra economía es harto
conocida: los trabajadores informales representan más de 55% de la población
ocupada, lo que en valores absolutos equivale a unos 2 millones de personas en
esa condición.
La
informalidad engloba muchas cosas
distintas, aunque relacionadas: trabajos precarios en unidades productivas
pequeñas y de baja productividad,
actividades empresariales que no
cumplen con sus obligaciones tributarias, o trabajadores no cubiertos por el sistema de seguridad social. Esa
condición, por tanto, es a la vez refugio de trabajadores sin
escolaridad, inmigrantes ilegales y emprendedores que sobreviven cada día con
la soga al cuello, pero también de profesionales de altísimo nivel que no
reportan sus ingresos al fisco y empresarios inescrupulosos que solo
transparentan una parte de sus actividades.
Es por eso que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) prefiere
referirse a “economía informal” en vez de hablar de “sector informal”.
Mi
intención actual, sin embargo, no es pensar en las causas, sino en las
consecuencias de la informalidad.
¿Cuáles son los efectos de esa situación? ¿Por qué debo preocuparme por
ella, más allá de lo obvio? Tal vez la implicación más importante es que la
presencia masiva de informalidad pone en peligro el estado de derecho, en la
medida en que vulnera el clima de respeto a la ley, legitima la ilegalidad y
disminuye el incentivo al cumplimento de las normas. De hecho, estudios internacionales sugieren
una asociación negativa entre los niveles de informalidad y la satisfacción de
los ciudadanos con el sistema económico y político de los países latinoamericanos.
Por
otra parte, en la medida en que evade el
cumplimiento de la seguridad social, la informalidad vulnera los derechos de
muchos trabajadores a los servicios de salud, y erosiona la sustentabilidad de
un sistema digno de pensiones. En el
ámbito económico, la informalidad influye en la sustentabilidad fiscal a través
de una reducción de la base impositiva, con lo cual se limita el financiamiento
para la provisión de servicios públicos. En el estudio de Gómez Mazara y sus
coautores, más de la mitad de las empresas encuestadas declaró que no utiliza
Números de Comprobante Fiscal (NCF).
La
informalidad tiene también efectos negativos sobre la productividad y la
competitividad de la economía como un todo. Por ejemplo, la evasión de impuestos o seguridad social
reduce los costos de las empresas que operan con informalidad, lo que entonces
les sirve para compensar bajos niveles de productividad y de economías de
escala. Esto distorsiona la competencia y permite que empresas ineficientes
sobrevivan en el mercado, al costo de lesionar la rentabilidad de las empresas
formales. Por otro lado, la condición de informalidad podría constituir un
desincentivo al crecimiento de algunas empresas que prefieren operar en pequeña
escala a fin de evitar la detección de sus operaciones.
Todo
lo anterior destaca implicaciones
negativas, pero como en toda moneda, el fenómeno tiene dos lados. Es preciso
decir que, en muchos casos, la opción de la informalidad es la reacción natural
frente a un ambiente regulatorio hostil, que hace simplemente intolerable el
costo de la formalidad. En esos casos, el camino informal es la única alternativa al camino que lleva al
cementerio, y más que una decisión voluntaria (no quieren ser formales)
constituye una necesidad (no pueden ser formales) .
En
general, la informalidad conduce a un círculo vicioso de menor calidad del
empleo, menor incentivo para la inversión y menor capacidad exportadora del
país, entre otros aspectos. En última instancia, si bien la actividad informal
puede brindar beneficios de corto plazo a algunas empresas, tales beneficios
son contrarrestados en el mediano y
largo plazo por un impacto negativo en el crecimiento económico y la creación
de empleos de calidad. La fórmula contra este mal es conocida, pero su aplicación
no es trivial.
Ese
es otro tema que prefiero, si les parece bien, discutir otro día.
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